Los paraguayos no podemos quejarnos de lo fructífera que se ha vuelto esta campaña electoral que comenzó ya el año pasado –y ciertamente que a estas alturas agobia–, pero si la vemos positivamente, ha actuado como ese incómodo viento norte que levanta todo, incluyendo la basura que se pretendía mantener bajo la alfombra.
Solo en los últimos siete meses ocurrieron demasiados hechos, particularmente en el ámbito político, que nos dejan perplejos, por lo escandalosos que son, y que el proceso eleccionario que confluirá en las internas simultáneas de diciembre ayuda a decantar mostrando la turbiedad que subyace en la lucha por el poder.
A comienzos del 2022 acaso imaginábamos siquiera que el todopoderoso ex presidente Horacio Cartes (HC), con todos sus antecedentes previos, durante y posterior a su incursión política, iba a ser señalado como una “persona significativamente corrupta” por los Estados Unidos y en plena confrontación electoral dentro del partido que cooptó para convertirse en jefe de Estado.
O se nos hubiera cruzado por la mente que todas aquellas versiones y sospechas que eran vox populi y de las que se ocuparon largas investigaciones periodísticas llegarían a integrar un voluminoso dossier con todos los detalles de cómo el ex mandatario construyó su imperio económico y político con exitosas marcas y empresas, pero con trastiendas y conexiones espurias.
Tampoco hubiéramos imaginado que este año de pospandemia se hablaría con tanta claridad y pruebas sobre el decepcionante desempeño de la fiscala general por actuar de manera discrecional en la persecución de los hechos punibles, sin reglas de juego que brinden seguridad jurídica y, lo más grave, “sin garantías de objetividad e independencia”. Y que hoy nadie dude que la actuación de la fiscala es funcional a los intereses del cartismo.
Por lo tanto, los socios, amigos, compañeros de HC son intocables. No son investigados, por más elementos de sospechas y pruebas que existan sobre sus negocios ilícitos maquillados y protegidos.
La fiscala general, tristemente, ha decepcionado y pasará a la historia como eso: como la primera mujer en ese cargo que, desafortunadamente, no ha estado a la altura. Que ha afrontado dos intentos de enjuiciamiento político, los cuales no prosperaron, no porque no existan argumentos, sino porque varios diputados simplemente no son patriotas, carecen de convicciones y aprovechan su curul para traficar con sus votos. ¿Y los nobles intereses de la nación? Bien, gracias.
En los últimos meses, la dinámica electoral de las internas partidarias desenmascaró y mostró el verdadero rostro de los dirigentes y sectores políticos. La encarnizada contienda, sobre todo en el Partido Colorado, nos está enseñando el nivel delincuencial, mafioso inclusive, que impregna la conducta de sus líderes.
Tanto es así que en diciembre dentro de esta nucleación el dilema para sus afiliados será elegir al menos peor. Aunque esta vez, en términos coloquiales, será sopesar prontuarios. El candidato oficialista a la presidencia tampoco está libre de sospechas. En la campaña por las primarias afloran todas las acciones egoístas, la incapacidad de renunciamiento, de decidir con inteligencia, y de buscar anteponer a la República, de parte de sectores que se declaran en la oposición y que pretenden convencer a los electores que son distintos a los colorados prebendarios y corruptos que gobernaron y siguen manejando el país. Salvo el esfuerzo de algunas figuras, muy interesantes, las actitudes prepotentes y poco concertacionistas de las organizaciones y jefes partidarios llenan de piedras el camino, en lugar de allanarlo. De este modo, disipan toda esperanza que pueda nacer en los ciudadanos.
Están saliendo a luz, en especial entre los colorados, demasiados elementos que investigar, que faltarían fiscales. Claro, esto si el Ministerio Público fuera independiente.