Por Brigitte Colmán
La historia viene de lejos. Nadie sabe cuántos años tiene la imagen del Niño Salvador del mundo”, el tesoro de Ramona Sánchez. “Yo tengo 50 años, y no me acuerdo haber pasado un fin de año sin pesebre”, confiesa.
La familia Sánchez calcula que la imagen tallada en madera tiene más de cien años, “la tía Julia, que falleció a la edad de 80 años, heredó el niño de mi abuela, y a su vez ella me lo dejó a mí, esa es mi herencia y yo le prometí a tía hacer esto mientras yo pudiera”.
La imagen tiene una particularidad: el niño está parado y sostiene al mundo en la mano derecha.
Tradición
En la familia nadie recuerda cómo llegó el niño a su poder, pero todos saben que fue la tía Julia quien enseñó a hacer el pesebre y amar esta tradición.
La casa de los Sánchez está ubicada sobre la ruta Marcial Samaniego, que une las ciudades de Itauguá e Itá. Aquí comienza a hacerse sentir el trajín que anuncia la llegada de la Navidad. Las piezas que formarán el pesebre ya fueron rescatadas del depósito donde aguardaron todo el año. En la tarea colaboran todos, niños y adultos, “los niños ayudan a acarrear los juguetes, aunque a veces rompen las piezas...”, comenta Ramona.
La mayor parte de la familia vive y trabaja en Asunción, pero cada domingo llegan hasta aquí los hermanos para colaborar con la tarea de armar el pesebre. Una prima ayuda proveyendo las golosinas que se reparten a quienes vienen a visitar el nacimiento. El día de Navidad y hasta fin de año, los niños reciben dulces, y, cuando se puede, también hay clericó.
El marido de Ramona es el encargado de la parte eléctrica, porque un buen pesebre necesita una buena iluminación, el trabajo le lleva de dos a tres días por lo menos. Cuando el nacimiento está terminado, siempre hay un integrante de la familia cuidándolo, aunque de noche el niño entra a dormir a la casa, “el niño no se queda en el pesebre, lo guardamos de noche y lo ponemos a la mañana, es una reliquia familiar y la cuidamos muy bien”, explica Ramona.
El pesebre es montado en un galpón de 12 x 6 metros, el nacimiento tiene más de 600 piezas, y para este año están preparando una escenografía de serranías.
La propietaria de la imagen del niño centenario tiene un solo hijo, "él es mi tesoro, mi orgullo”, dice y comenta que aunque no se mete mucho a trabajar con el pesebre familiar, “es el que generalmente me da apoyo emocional”.
Le preguntamos a Ramona quién va a tomar la posta en el futuro, y ella afirma que también se hace la misma pregunta, “a mi hijo le veo poco en el tema, pero seguro que sí le va a ayudar a la persona que se ponga en frente. Yo creo que mi hermana Julia va a tomar la posta, ella es la persona indicada y mi hijo seguro que le va a ayudar”.
Ramona confiesa que este año no estaba con muchas ganas de armar el pesebre, “por esas cosas de la vida, tengo una hermana que como tantas se fue a España y un pariente que no está muy bien de salud, pero mi hijo me dijo que, a pesar de eso, todos en la familia están bien, y que no podía dejar de hacer el pesebre...”.
Historias
El Niño Salvador del Mundo de Ramona Sánchez también tiene sus historias. Cuentan que una vez llegó una señora que tenía a su hijo gravemente enfermo en el Hospital Nacional. Dicen que la señora pasó en ómnibus frente a la casa, vio el pesebre, y se bajó del transporte; entró, rezó, y le pidió al niño que salvara a su hijo. Le prometió que vendría durante cinco años a visitarlo. Para el año nuevo la criatura ya estaba bien y la señora volvió a visitar la casa y llorando les contó la experiencia.
Además de historias conmovedoras, Ramona recuerda anécdotas que hoy ya se pueden contar en tono divertido. “Cuando mi hermana menor se enfermó de neumonía mi papá le hizo la promesa al niño de hacerle un pesebre diferente, en el medio del arroyo. Mi hermana se salvó y mi papá hizo un pesebre en el agua: hizo un pequeño desvío, armó un techo de paja y una vez terminado cerró el tajamar y con eso se llenó de agua al ras de la casa. Pero justo cuando estábamos viendo nuestra delicia, se vino una tormenta, algo terrible. La casita se vino abajo, los juguetes comenzaron a flotar y mi tía desesperada decía ¡salven al niño! El niño se salvó pero fue un desastre total. Mi hermana tiene hoy 33 años y mi tía le retó mucho a mi papá por haber hecho una promesa tan descabellada”.
Familia
Ramona asegura que la suya es una familia bendecida, y que eso también le debe al centenario niño.
“Ojalá muchas familias puedan hacer su pesebre, yo digo que lo hagan aunque sea chiquitito, pero que traten de integrar a su familia, yo siempre digo que una familia unida es la felicidad más grande”.
Para Ramona Sánchez, esta tradición les ha servido para unir a la familia, “es nuestro relax de fin de año y también es una forma de agradecerle a Dios por todas las bendiciones que nos dio durante el año. Yo puedo decir que somos una familia bendecida, no somos santos, y tenemos nuestros problemas, quien no los tiene, pero como hermanos no nos hemos fallado todavía y estamos siempre unidos”.
El pesebre estará listo aproximadamente para el 20 de diciembre, y, para entonces, ya estarán los Sánchez prestos para repartir las golosinas y el clericó a quienes lleguen hasta Itauguá Guasu, y con gusto compartirán la historia del niño salvador del mundo con los visitantes.