Correo Semanal
"Un compromiso con la poesía"
Mario Ferreiro 15 de agosto 1987
En medio de una apacible tarde de julio, sin el rigor de otros inviernos porteños, nos recibió en su casa paterna del barrio de Núñez, el conocido cantautor argentino Luis Alberto Spinetta. Con él dialogamos, rodeados del calor familiar, sobre su carrera y su inexpugnable compromiso con la poesía.
Considerado por muchos como el máximo exponente del “rock argentino”, Spinetta es dueño de una trayectoria verdaderamente significativa: fundador de grupos como Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, y —más recientemente— Spinetta Jade, nuestro entrevistado es, en todo caso, miembro de una reducida élite de artistas que, hace poco menos de 20 años, dio nacimiento a un movimiento musical novedoso, que recién hoy comienza a tomar visos de ser una expresión cultural legítimamente representativa de, por lo menos, la región del Río de la Plata.
Por todo lo apuntado anteriormente, no fue fácil establecer una selección de preguntas en el momento de la entrevista. De cualquier manera, digamos que este es el resumen de la conversación mantenida con Spinetta en aquella tarde porteña de julio:
- Ferreiro: —Muchos especialistas se refieren al “fenómeno Spinetta”. ¿Cómo lo describe el propio Luis Alberto?
- Spinetta: —Mirá, yo creo que siempre fue un fenómeno bastante localista; ¿no? Como gran parte del rock nacional hasta, parece ser, un tiempo atrás. Considero que, para muchos conceptos, sigo siendo un artista preeminentemente local.
MF: —En tu carrera discográfica siempre hemos notado, más que nada, un compromiso contigo mismo. ¿Cómo pudiste evitar que las presiones te influyeran? ¿Cómo evitaste dar concesiones en un medio tan difícil como el del rock?
LS: —Bueno, en realidad los comienzos fueron mucho más fáciles, porque Almendra hizo un “hit” llamado Muchacha ojos de papel, que fue muy grande. Eso fue a través, también, de una campaña publicitaria que se realizó mientras yo estaba en Europa, viajando. Al principio fue más fácil, porque fue un espaldarazo rápido en cuanto, sobre todo, al reconocimiento de un sector de gente; hasta que Almendra alcanza un grado masivo de popularidad. Pero luego los grupos que yo fui formando no correspondían, de alguna manera, a los grupos anteriores de los cuales venía. Siempre cambié el proyecto...
MF: —... Lo que ocurrió un poco con Pescado Rabioso y con Invisible: son diferentes proyectos...
LS: —Claro; como eran diferentes proyectos, nunca se podía hacer un hilván paralelo de promoción o de explotación de los productos. Ni bien el grupo alcanzaba cierto grado de notoriedad —que siempre tuvieron mis grupos—, yo estaba en otro proyecto. Nunca llegué al convencimiento de que tenía que seguir en una sola línea.
MF: —Eso también habrá implicado ciertos problemas en las presentaciones en vivo, ya que la gente a veces está todavía con la etapa anterior y le cuesta absorber la nueva etapa. ¿Te diste cuenta de eso?
LS: —Yo me he dado cuenta de que mucha gente acá ya me tiene como el que hace las cosas años antes de que ocurran. Y bueno... un poco eso, para la teoría de lo que es “avant-garde”, o lo que es van-guardia, es bueno. Pero en el sentido estricto de los términos profesionales no es tan bueno. A mí me hubiese gustado tener un permanente éxito con cualquiera de mis formaciones.
"SPINETTA ES DIOS"
MF: —¿Vos percibís que hay como una suerte de comunicación subterránea con tu audiencia? Es como si la gente tuviera ciertos códigos para entenderte; gente que está aparentemente desconectada de todo, pero que capta exactamente lo que vos querés decir.
LS: —Yo noto que el público de Spinetta es muy particular, es un poco a la medida de lo que es Spinetta. Un público que...
MF: … maneja hasta un lenguaje diferente.
LS: —No sé si es hasta ese punto; pero lo que sí sé es que un poco el código es... (se queda pensando), un código verticalista (risas). O sea, Spinetta es dios y es un genio, un ídolo y punto; y le aceptan cualquier cosa y saben que siempre es su ídolo, por más que esa misma gente se vuelque luego, masivamente, a otros grupos, momentáneamente, ¿no? Puedo decir que una parte del público es absoluta e irreflexivamente spinettiana, pero hay otra, que forma parte del gran público, que le gusta toda la música y que, digamos, ante una propuesta más fácil, también se vuelca a esa propuesta, ¿entendés? Teniendo siempre a Spinetta en su corazoncito. En ese sentido, creo que hay un público mío que es muy lúcido. Es un público que, aparte, no se deja manejar, que por ahí le gusta Spinetta, y después le gusta John Lennon y le gustan cosas muy específicamente artísticas. Fuera de eso, inclusive hay fanáticos de Spinetta que yo los odio, porque odio el fanatismo. Son tipos que, no sé, son capaces de comparar a Spinetta con Lennon, lo cual ya es demasiado para mí. En cierta forma, ese público está obnubilado, no es el público lúcido. Para mí el público lúcido es el que ha disfrutado de Spinetta todos estos años, más todas las otras cosas. Yo no me considero el eje de todo esto, ni mucho menos. Y yo sé que parte de la propuesta de todo esto es la apertura de la cabeza, la apertura sensorial, la apertura hacia la poesía, hacia un lenguaje más sugerente y más profundo.
MF: —Debe ser difícil trabajar con ese peso encima. Es como un compromiso.
LS: —Bueno, yo creo que en parte esta música tiene como indicación así, precisa, un poco el jugárselas. No le veo sentido yo a agarrar una guitarra eléctrica y decir un montón de cosas, y hacerlo durante 20 años, si uno no siente nada por eso. No siente que está luchando para ciertas cosas, que son: la no concesión; que suba siempre la calidad; que no haya restricciones; que no haya berretadas; o sea, es una lucha. El compromiso está basado un poco en eso, y esta música, sin algo de compromiso, no sé qué es.
MF: —¿Puedo interpretar eso que dijiste como que tu compromiso —en el caso de que exista alguno— es con el arte, con tu propia música, con tu desarrollo artístico?
LS: —Con todo... hasta tiene cierto y determinado valor político también. Es un compromiso con la poesía, con mi propio lenguaje, pero también es un compromiso con toda una cultura, y con toda la gente que mama de esa cultura. Yo creo que los buenos artistas adoptan siempre una posición de compromiso con su música y su arte, porque saben que eso abre puntas para que la gente se libere la cabeza. En ese sentido yo estoy conforme.
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Y de este modo concluyó, por lo menos en su aspecto formal, la entrevista con Luis Alberto Spinetta. La charla continuó, sin embargo; derivó hacia los más diversos temas y se confundió, al final, con el tempranero crepúsculo de la invernal tarde bonaerense. Cuando nos retirábamos, mientras sus hijos Dante y Valentino jugueteaban traviesamente en el living, Spinetta nos despidió con un deseo: el de venir con su grupo a nuestro país. En sus ojos se podía advertir la sinceridad del poeta.
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