29 jun. 2025

Tres retos de la pandemia

Gustavo A. Olmedo B.

A estas alturas de la cuarentena por el coronavirus, tres desafíos de gran envergadura pueden visualizarse a simple vista.

El primero de ellos es la posibilidad o necesidad de flexibilizar el confinamiento y, por ende, abrir las puertas a mayor número de contagios. ¿Es posible la llamada cuarentena inteligente? O sería mejor preguntarse ¿Es inteligente en este momento buscar la mayor cantidad de contagios? Si bien este periodo de confinamiento obligatorio ha evitado el disparo de casos y muertes, está claro también que aún no contamos con un sistema de salud preparado adecuadamente para afrontar un repunte de infectados y, sobre todo, de internaciones, en especial de aquellas que requieren cuidados intensivos. Dos pabellones y unas toneladas de insumos de China no bastan para recomponer nuestra precaria y paupérrima infraestructura de salud, abandonada por años, en donde ni siquiera el personal médico cuenta con todo el equipamiento de bioseguridad requerido.

Es cierto, a nivel socioeconómico se requiere la flexibilización; hay sectores muy golpeados económicamente, miles de personas que no tienen cómo llevar ingresos a sus hogares. Pero a todas luces se evidencia que el sistema de salud aún no está preparado para lo que podría venir; colapsará rápidamente. Es un reto importante, pues, al no contar ni siquiera con respiradores y en un país poco acostumbrado al cumplimiento y control de las leyes, se trata prácticamente de confiar en la responsabilidad y disciplina de la ciudadanía para que la flexibilización sea “inteligente” y no termine en un desborde de hospitales.

El segundo desafío de gran envergadura es el educativo, principalmente del sistema público, que, así como el de salud, presenta abiertas las heridas producidas por décadas de abandono, la falta de inversión y una atención seria y despolitizada. ¿Es posible llevar adelante el año lectivo escolar con clases y programas virtuales y/o a distancia en un país donde todavía hay clases que se desarrollan bajo árboles? Se habla de un 80% de padres y alumnos sin capacidad de conexión real y efectiva; además de incapacidad de acompañamiento para el desarrollo de las lecciones y tareas. Y aquí no se trata de reducir los esfuerzos por seguir adelante con las actividades, sino de evaluar y reconocer con seriedad y sinceridad qué metas y contenidos académicos se podrán alcanzar este año y cuáles deberán pasar al próximo año, además de definir qué reconocimiento legal tendrá la participación escolar este 2020. La cuestión no es abandonar a los niños y jóvenes por las dificultades existentes, sino en ser transparentes a la hora de evaluarlos y ubicarlos en el nivel que corresponde, más allá de las estadísticas nacionales, que siempre deben lucir bien, y, por tanto, pesan y presionan en todos los niveles.

Y, finalmente, un tercer reto, más bien cultural y de comportamiento social, y, por tanto, de suma importancia para todos. Se trata del “modo Covid de vivir”, en términos del ministro Mazzoleni. Esta pandemia y las medidas sanitarias en consecuencia, nos han obligado a un distanciamiento social, en donde el otro -incluso entre familiares- se vuelve un potencial factor de contagio, casi un “enemigo social pasivo”. A esto se suma la “invisibilidad” generada por el necesario uso masivo de tapabocas; ya ni siquiera es posible identificar al que está frente a mí. En una sociedad que necesita fortalecer lazos humanos de solidaridad para salir adelante, y potenciar el valor de la empatía en medio de una cultura individualista y mezquina, la desconfianza y el anonimato facial se transforman también en retos de gran relevancia en medio de esta pandemia. ¿Cómo hacer que el miedo no impida la solidaridad? ¿Cómo entender, finalmente, que el otro es siempre la posibilidad de un bien para mí?

Son desafíos que deben asumidos con seriedad. A fin de cuentas, son la valiosa oportunidad de avanzar y hasta de cumplir tareas pendientes y tantas veces olvidadas.