La influencia del grupo criminal en el sector femenino va aumentando y, por ello, las autoridades tomaron la decisión de agruparlas para frenar la influencia.
Ayer, en horas de la mañana, agentes penitenciarios irrumpieron en el sector A del pabellón de mujeres del Centro de Rehabilitación Social de Itapúa, donde están recluidas adherentes del grupo. Los intervinientes requisaron teléfonos celulares, cargadores y moñitos de cocaína.
Tres de las internas fueron separadas, según el informe del Ministerio de Justicia.
Este es uno de los sitios en que fueron trasladadas las internas por razones de seguridad, para evitar que sigan creciendo en los demás centros penitenciarios.
Las autoridades tomaron esa decisión tras la muerte de Jessica Lorena Benítez, que fue ultimada por internas de la penitenciaría de Misiones de varias estocadas en distintas partes del cuerpo. La mujer, de acuerdo con investigaciones, formaba parte del clan Rotela, grupo nacional antagónico que se disputa con el PCC el control del tráfico de drogas dentro de los penales. El asesinato ocurrió el 8 de diciembre de 2020 y siete mujeres privadas de libertad fueron sindicadas como autoras del crimen.
TRES AÑOS ATRÁS. Desde el 2019 se empezó a hablar de la adhesión de mujeres al grupo criminal brasileño que opera en los centros penitenciarios. Su rol es similar al de los hombres, que es ayudar a los considerados “hermanos”.
En Brasil, donde se inició el PCC, la participación de las mujeres ya se dio desde mucho antes. Karina Biondi, escritora brasileña que analizó el poder del grupo criminal, indica que la participación femenina se remonta casi al nacimiento de la organización, allá por 1993, cuando se fundó el PCC en la cárcel paulista de Taubaté.
Las esposas de los miembros que estaban recluidos eran las encargadas de mediar y compartir informaciones de fuera del recinto penitenciario, aprovechando las visitas íntimas. AR