Diana Ramírez es una coordinadora de eventos sociales. Activa, determinada y perseverante, su vida dio un giro en diciembre de 2020, cuando un chequeo médico reveló resultados alarmantes: Colesterol y triglicéridos altos, hígado graso, entre otros desajustes. “Estaba todo mal, y además de asustarme, fue un click que me hizo cambiar los hábitos para siempre”, recuerda.
Ese fue el punto de partida de una transformación que no solo impactó su aspecto físico, sino también su salud emocional y su autoestima. “Antes de comenzar este cambio, me sentía mal: Dolores en las articulaciones, fatiga constante y una baja autoestima que me hacía esconderme por miedo al ‘¿qué le pasó a la Diana flaquita de siempre?’”, confiesa.
TRANSFORMACION INTEGRAL
Para Diana, este cambio representó un verdadero acto de resiliencia porque puso a prueba su capacidad de adaptarse y superarse luego de enfrentar situaciones difíciles. “Para mí, fue una etapa de superación. Me fortalecí mental y emocionalmente”, afirma.
Durante el proceso, enfrentó pensamientos y comentarios negativos. “Escuchaba frases como ‘no vas a poder’ o ‘es demasiado sacrificado’. Aprendí a hacer oídos sordos a todo lo que no me sumaba. Pero también recibí mucho apoyo, sobre todo de mi familia y amigos, que celebraban cada avance conmigo”.
En especial, agradece a sus padres y su hermano: “Siempre estuvieron ahí para levantarme el ánimo y motivar mi progreso”.
SALUD, AUTOESTIMA Y AMOR PROPIO
La decisión de cambiar nació desde la incomodidad que sentía con su cuerpo y su estado de ánimo, además de los que implicaba su estado de salud y bienestar. “No me quedaba la ropa, no me sentía bien, ni física, ni mental, ni espiritualmente. Quería recuperar mi calidad de vida, mi energía y el bienestar que antes tenía, porque siempre fui una persona activa y deportista”.
Una frase que la marcó profundamente en este camino fue: “La gente te quiere ver bien, pero no mejor que ellos”. Las críticas de su entorno más cercano, incluso de algunos familiares y supuestos amigos, le dolieron profundamente. “No todos fueron sinceros, y eso también fue parte del aprendizaje”, reflexiona.
Hoy, Diana se siente más conectada consigo misma. “Tengo amor propio, autoestima y confianza. Me valoro. Hoy puedo decir con orgullo que todo valió la pena”.
Diana aprendió de sí misma que todo es posible. “Todo lo que nos proponemos en la vida se puede lograr con voluntad, constancia y disciplina”, asegura.
Entre sus hábitos actuales destaca la alimentación basada en “comida real y consciente”: “El 90% del tiempo me alimento bien, y el otro 10% es para esos gustitos necesarios que nos ayudan a tener una relación sana con la comida. Nada está prohibido, pero no todo nos nutre”.
Su rutina incluye entrenamiento con pesas, baile y funcional. “Me muevo mucho porque me hace bien. Me da energía, mejora mi ánimo y también la calidad de sueño”. Aunque admite que el descanso es su desafío pendiente. “Mi trabajo implica trasnochar, así que cumplir las siete horas de sueño sigue siendo un reto”, reconoce.
Diana desea vivir con entusiasmo, disfrutando cada día desde la salud física, mental y espiritual. “Porque no hay nada mejor que sentirse bien desde adentro hacia afuera”.
MENSAJE PARA QUIENES DESEAN EMPEZAR
Para quienes hoy se sienten atrapados en un pozo emocional o físico, Diana ofrece un consejo sincero: “Primero que nada, hablen con Dios. Tener una conexión con Él y encomendarle nuestro camino es el mejor inicio. Luego, busquen ayuda profesional: una terapia sicológica puede ser más poderosa de lo que creemos. Después, acudan a una buena nutricionista y empiecen con lo básico: Caminar 20 a 30 minutos por día. Todo se logra paso a paso, sin prisa pero con constancia”, concluyó.