“No tolero a ese intolerante”, suele decir un amigo en tono irónico. Y es que es un valor de moda, “políticamente correcto”, pero no siempre practicado. Parecería que todos entendemos su significado y que lo usamos en el mismo sentido. Sin embargo, escuchando las contradictorias aplicaciones que se le dan, creo que “exijo una explicación”, como diría Condorito. Si a Ud. también le surgió la duda, quizás estas proposiciones le ayuden a aclarar el panorama.
Según los sociólogos, la tolerancia es el “modo de equilibrar los bienes comunes de una sociedad y los derechos de cada individuo”. Un ejemplo: los vecinos podemos tolerar que uno de nosotros viva “enamorado de una bandida” y que lo exprese hasta el cansancio a través de un tema musical, pues como individuo tiene derecho a enamorarse de quien quiera y a escuchar la música que se le antoje, ¿me explico?, pero lo que no puede es hacerlo en desmedro del bien común de la vecindad, es decir, con los bafles de su equipo de sonido como cañones apuntando al resto y al máximo volumen.
Aquí pasamos a otro elemento para entender lo que es tolerancia, que no es sinónimo de aceptación plena. Para nada. Tolerar es soportar algunos males para no impedir bienes mayores o para no incurrir en males peores. ´Soportar´, no defender y difundir como mal haríamos los vecinos -siguiendo con el ejemplo- si en vez de persuadir al enamorado bullicioso para que acepte las reglas de convivencia del barrio y baje el volumen de su radio, nos pusiéramos a aplaudirlo y felicitarlo por ello. Es el mal el que se tolera a veces; el bien se defiende siempre. Hay una gran diferencia entre estos conceptos. Pero mucha gente hoy cree que tolerar es sinónimo de autorizar el mal. ¡No puede ser! ¡Imaginese si todos en el barrio tuviéramos que “tolerarnos” el poner cada cual su música a todo volumen y al mismo tiempo! ¿Impensable? Pues ocurre y en nombre de la tolerancia.
Y esto se da también con otros temas más serios como cuando los partidarios del aborto hablan de despenalización en vez de autorización. Suena menos cruel, ¿no? Porque la sociedad toleraría este “mal menor” para evitar otros supuestamente mayores. Yo me pregunto: ¿qué mal mayor hay que el atentar contra la vida de una ser humano?...
Está tan confusa la idea de lo que se admite como tolerable que muchos pretenden un permisivismo total. Permiso para atropellar, para calumniar, para suicidarse en masa con alcohol, farras y sexo sin control, etc. De a poco, caemos en el “todo vale” y a los únicos a los que no se tolera en este “nuevo orden” es a los que aún creen en verdades y límites. Pero, cuidado, ¿a dónde llegaremos así?
Tampoco es que la tolerancia sea una especie de valor defectuoso. Su esencia, la de no resistir a los otros aunque sean distintos, es el fundamento de la paz. Muchos abogamos porque esta tolerancia dialogante sea la que reine en nuestra sociedad.