28 mar. 2024

Teresita Pesoa y el teatro con contenido

Disciplina y contenido. Teresita Pesoa tiene como regla la necesidad de que el teatro siempre transmita algo para la reflexión y la crítica.

Disciplina y contenido. Teresita Pesoa tiene como regla la necesidad de que el teatro siempre transmita algo para la reflexión y la crítica.

Miguel H. López

Teresita Pesoa (Teresa Pesoa Miranda) es una de las más destacadas actrices del teatro paraguayo en guaraní, categoría en la que –según ella– la encasillaron limitándole poder haber desarrollado su arte en castellano, que también realizó en algún momento. En un diálogo distendido con el Correo Semanal, habla del pasado y del presente del arte escénico en Paraguay y delinea una fraternal crítica a las nuevas generaciones de sus colegas, que actualmente ocupan las tablas.

Toda la entrevista transcurrió en medio de risas y bromas, saltando del castellano al guaraní. “Quisiera hacer teatro toda mi vida”, expresa como su máximo sueño y esboza una pícara sonrisa, para luego ponerse seria y decir que está preparando una obra que le pidió la actual directora del Teatro Municipal, Margarita Irún; y que posiblemente dirija Erenia López. La puesta ya sería para el 2020 porque –explica– no puede ser cualquier creación ni sobre cualquier tema. “Soy muy cuidadosa cuando selecciono una obra de teatro, debe tener un buen contenido...”, acota.

Hace 63 años que hace teatro. Comenzó en 1956 cuando todavía estudiaba en la Escuela de Arte Escénico de la Municipalidad de Asunción, junto con otros destacados de las artes y la intelectualidad, como Pedro Molinier, Egidio Benítez y otros que ya no recuerda muy bien por los años transcurridos “y la memoria nunca es muy leal”, se excusa. De esas más de seis décadas de actuación no lleva registro. “Supero las 100 obras en el escenario”, puntualiza para agregar que también participó en películas (Cerro Corá), novelas (Magdalena de la calle) y numerosos cortos, los últimos: El azúcar del naranjo, de Galia Giménez, y Asaje pyte, de Juan Antonio Lezcano. “Este año no hice nada de obras, todavía. Mientras, leo y veo buenas películas”, comenta. Teresita sigue viviendo en su casa de toda la vida del barrio Tembetary, de una magra jubilación de sus muchos años de trabajo en la fábrica de fideos Federal; ayudada hoy por sus hermanos y nietos, ya que no tuvo hijos propios y “porque cobran poco los actores”.

CRÍTICA AL TEATRO ACTUAL

Respetuosa del trabajo teatral y del oficio de sus colegas, sin embargo, no guarda silencio a la hora de evaluar críticamente los tiempos que corren en el mundo del teatro paraguayo, inundado –salvando las excepciones– de obras sin mucho rigor y direcciones superficiales y efectistas más que actorales.

“A los nuevos teatreros no les importa el contenido, la forma, nada. Con tal de que se haga nomás ya les es suficiente”, señala. No quiere ahondar en el comentario, aunque su sonrisa a labio cerrado y sus pequeños ojos rasgados dicen más que las palabras. “No eligen mucho”, agrega.

Repara como carencia actual del teatro nacional en la falta de contenido. “Necesitamos que se hagan obras con contenido. No así como venga, solo por hacer. Deben tener unidad de tiempo, unidad de acción y unidad de lugar”, explica.

En ese razonamiento recuerda que el teatro es disciplina, es lo que forja el carácter y el profesionalismo de ese arte. ”Mis profesores fueron Josefina Plá, Reinaldo Decoud Larrosa, Mariano Morínigo, y ellos eran muy exigentes”, rememora para sustentar su observación.

Las obras de teatro, en particular –asiente Teresita–, sean de contenido social, político o cultural, deben dejar un mensaje: “Como decía don Roque Centurión Miranda, la gente que va al teatro debe salir con algo en qué pensar después de ver una obra, debe quedar un mensaje, una inquietud en la cabeza”. Al tiempo de reconocer que existe una suerte de ruptura en las relaciones intergeneracionales de los actores y actrices, menciona que muchas de las obras actuales “son superficiales”.

DESEO DE TEATRO EN CASTELLANO

A sus años todo transcurre más lento, a pesar de su espíritu vital. Sin embargo, su llama interior por las artes escénicas sigue ardiendo como el primer día. “Quiero hacer teatro en castellano, por qué no”, responde con énfasis ante la consulta de si aceptaría la convocatoria de algún director de las nuevas generaciones. Sin embargo, como fue toda su vida actoral, las condiciones son: una obra seria, con contenido, que haga pensar, y exija disciplina al elenco.

Su parecer sobre el teatro experimental, sin embargo, es amplio y sugerente. ”Es bueno, ayuda a los actores a formarse”, afirma.

Después de la sobrecarga de la conversación crítica, Teresita cambia de plano en su humor y vuelve a sonreír con picardía. Comenta con cierto dejo de mordaz preocupación: “A veces, pienso: ¿será que ya no voy a hacer teatro?”. Y ríe.

Reconoce que hoy en día hay muy pocas obras en guaraní y que eso hace daño al teatro y a la misma sociedad porque es una omisión de uno de los idiomas oficiales. “Porque el guaraní es un idioma, no un dialecto como muchos dicen. A mí, Los Compadres me molestaban mucho antes cuando tomaban en joda el guaraní. Luego también se tuvieron que formar y cambiaron”, dice.

Asume que nunca escribió obras para teatro porque esa es una tarea exigente y difícil, que no cualquiera puede hacerlo con todo lo que la disciplina exige. Tampoco se ocupó de trabajar la dirección de actores o dirección general de obras porque dirigir y actuar en su propia obra representaría un peligro en la calidad y en el rendimiento del actor, en su caso.

UN ARTE COSTOSO

Teresita cuenta que a veces se interpela y se cuestiona si llegó el momento de dejar de hacer teatro. No porque ganas falten, sino por el alto presupuesto que ello requiere. Parte cuestionando el bajo ingreso que reciben los actores, que a veces emprenden funciones a pulmón y sin resultados de retorno.

“Hacer teatro conlleva muchos gastos; uno debe pagar pasaje, realizar ensayos, pagar la escenografía, el maquillaje, el trabajo de los actores, la puesta misma, la sala, etc... Y los actores ganan poco. Antes teníamos en la Municipalidad, cuando tenía su propio elenco, un presupuesto que permitía cubrir gastos. Luego eliminaron porque dijeron que no hacía falta”, comenta.

Se define amante de lo que hizo toda su vida y le gustaría seguir en las tablas hasta el final. De sus palabras se deduce que siempre sigue esperando ser convocada para dar vida a personajes de cualquier tiempo, de cualquier lugar y en cualquier circunstancia. Si bien realiza pequeños trabajos, más para audiovisuales, últimamente, su anhelo son las tablas. Su vida está allí y como artista dice sentir la necesidad de estar siempre en eso que le permite respirar. Su espera es paciente. Mientras va terminando la entrevista, porque debía volver a su Tembetary querido, no sin antes ir a conocer la Costanera y merendar en el centro con su amiga Luz Marisabel Bobadilla, otra apasionada de la actuación, Teresita insiste en que “el teatro exige información y formación, no puede ni debe realizarse informalmente, es un arte que requiere disciplina y respeto al público”.

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