Hoy meditamos el Evangelio según San Mateo. El Papa a propósito del Evangelio de hoy dijo: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” ¡Las palabras de Jesús dan siempre esperanza! y también para tocar, aunque solo fuese el borde de su manto. Jesús mismo buscaba a estas multitudes extenuadas y dispersas como ovejas sin pastor (cf. Mt 9: 35-36): Así dice Él, y las buscaba para anunciarles el Reino de Dios y para sanar a muchos de ellos en el cuerpo y en el espíritu. Ahora los llama a todos a su lado: “Vengan a mí”, y promete alivio y refrigerio.
Esta invitación de Jesús se extiende hasta nuestros días, para llegar a muchos hermanos y hermanas oprimidos por precarias condiciones de vida, por situaciones existenciales difíciles y, a veces privados de auténticos puntos de referencia.
…Jesús repite: “Vengan a mí, todos ustedes”. Pero también lo dice a los que poseen todo. Pero cuyo corazón está vacío. Está vacío. Corazón vacío y sin Dios. También a ellos, Jesús dirige esta invitación: “Vengan a mí”.
La invitación de Jesús es para todos. Pero de manera especial para los que sufren más. Jesús promete reconfortar a todos, pero también nos hace una invitación, que es como un mandamiento: “Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón”.
El yugo del Señor ¿en qué consiste? En cargar el peso de los otros con amor fraternal. Una vez recibido el alivio y consuelo de Cristo, estamos llamados nosotros a ser alivio y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde.
La mansedumbre y la humildad de corazón no solo nos ayuda a soportar el peso de los otros, sino a no cargar sobre ellos con nuestros propios puntos de vista personales, nuestros juicios, nuestras críticas o nuestra indiferencia”. (Frases extractadas de www.pildorasdefe.net).