En el Centro Penitenciario de Mujeres Casa del Buen Pastor la cocina está dirigida por Soledad, de 39 años, una mujer privada de libertad que recibe halagos por sus buenas comidas, que son elaboradas para 340 mujeres, además de enseñar a guisar a otras cuatro compañeras.
Sole, como la conocen los más cercanos, es una experta culinaria. Se hace cargo de los fogones de seis hornallas a gas, dos ollas de 120 litros de alimentos, sartenes y hervidoras, todas de gran porte, para el preparado de comidas en la pulcra cocina del penal.
Las internas ya están acostumbradas a verla a diario, muy temprano, ya ataviada con su indumentaria de delantal, gorra y guantes se apresta para arrancar el movimiento junto a sus cuatro asistentes.
Mientras, la agente penitenciaria Jorgelina Gayoso, acompaña la actividad como encargada de intendencia y seguridad.
Un suculento vori vori de pollo servido con dos galletas es el plato que prepara para deleite de la población, en el día de la entrevista, pero también se encargará de otros platos en la semana.
“Cocinar no me complica porque tengo experiencia. No es lo mismo estar en mi pabellón porque allí el tiempo no pasa nunca; aquí estoy feliz”, afirma en medio del trabajo Soledad, que lleva dos años y siete meses en el Buen Pastor y está contenta con su rol porque le está sacando algo productivo a los tiempos que cocinaba en su casa con su familia, que proviene del barrio Santa Ana, Paraguarí.