Faltan –en teoría– cuatro años para que acabe este Gobierno y ya nadie habla sobre lo que pueda hacer, sino cómo sobrevivirá y qué costos tendrá todo ello sobre el país. No hay lugar donde no se converse sobre en qué condiciones llegará esta administración y nadie pone un guaraní a favor en las apuestas que se hacen a su favor. Todas tienen un signo catastrófico y la gran interrogante en verdad es: cómo aguantará el país este trance.
Como hace 20 años con Cubas, hoy solo importa saber cuándo Abdo aparecerá ante las cámaras para renunciar y dejar este “valle de lágrimas” político en el que su carácter, personalidad y manera de gobernar lo han puesto. El Gobierno apretó el botón del modo: sobrevivencia.
Lo primero que debe hacer es enfrentar el juicio político, no tiene otra opción. Sus socios ocasionales en esta tragedia lo quieren ver sangrar y sufrir, por eso no votan a favor ya. Prefieren darle largas al asunto, de manera tal que como el toro ante el primer lanzazo solo espere el segundo tercio con las banderillas para luego acabar con la espada. El espectáculo para sus socios cartistas es claro: que sangre y se debilite mientras la platea pide a grito pelado que se vayan todos. Lo que no calculan es que, con esto, prolongando la agonía, se vuelven cómplices del toro (perdón, del presidente y su vice).
Ante la sociedad anhelante de poner fin a todo esto son los que sostienen esta realidad donde se entremezclan negociados, oscuridad y traición. Cualquier cosa es posible en este país, pero el de ser el Partido Colorado el socio de la traición tendrá un costo enorme ante un electorado cada vez más difícil de sostener por los viejos métodos.
Le quedaba al presidente deshacerse de su vice, pero no lo hará. La amenaza de que sobreviven juntos o se hunden en compañía, pareciera ser más contundente que cualquier realidad política. Velázquez sabe muy bien los valores y costos del Congreso y opera en consecuencia. Esta tarea no la quiere hacer el presidente y por lo tanto se ha vuelto imprescindible en esta aventura de sobrevivencia.
El desgaste por dentro es enorme. Si ya había grandes problemas de gestión, ahora se han duplicado ante la imagen de un poder desdibujado, errático y sin futuro. Los daños a la República que habrá hoy en reparticiones que tocan dinero son enormes y los que tenían buenos propósitos están desilusionados y preparándose a saltar del barco. La pelea de los náufragos será por el pedazo de madera que les permita flotar, porque a nadie ya importa el destino del barco y menos el del capitán.
Esto no tiene salidas fáciles y cualquier opción será dolorosa. Los protocartistas metidos en su movimiento han tomado el control del puente de mando de la embarcación. Sus rostros y afirmaciones así lo testimonian y no dejan lugar a dudas acerca de quién ha tomado la nave por asalto. Al capitán le piden cambios y nadie medianamente cuerdo se anima a subir a un barco asaltado por piratas.
El mar está picado. La Argentina entró en un cono de incertidumbre, Brasil amenaza acabar con el Mercosur si gana Aníbal Fernández, este responde de la misma manera y el Itaipugate comienza a tener ramificaciones en Brasilia.
La gente, en su mayoría descontenta, solo espera ver el final lo mas pronto posible. Sabe muy bien lo difícil que puede ser navegar en estas condiciones. La economía se ralentizará aún más y el malestar subirá de punto. Aunque muchos no entiendan bien lo de energía contratada ni excedente, sabe muy bien lo que le molesta y lo enoja en el bolsillo y en su ética, sino cómo explicar que incluso los ciudadanos de Atyrá se hayan manifestado contra el Gobierno.
La sobrevivencia de la gente siempre es más importante que la del Ejecutivo y ya se sabe cómo terminará esta travesía. No hay que ser muy listo ni sufrir en demasía. El barco ha encallado