Es muy difícil sostener la idea de que somos aún una república soberana, independiente y autónoma, con instituciones que funcionan, con impuestos que se invierten de manera correcta, donde la Justicia es previsible y los poderes del Estado funcionan en mutua interdependencia. Eso es al menos cómo define al Paraguay la Constitución de 1992.
La pandemia vino a desnudar la decadente estructura de un Estado que hace aguas en todos los frentes y que ni alcanza a dimensionar el tamaño del problema en el que estamos sumergidos. Estamos alcanzando las mismas cifras de muertos diarios por coronavirus que los que teníamos por otras dolencias y causas antes de la pandemia y no parece inmutarle al jefe de Estado que da vueltas en torno a sancionar o vetar una ley que permite por lo menos enviar un doble mensaje: Preocupación por la vida de los paraguayos y ejercitar la soberanía del país en el principado de las binacionales.
Abdo sigue mirando cómo distintos sectores conculcan lo de todos en provecho de unos pocos y no dimensiona el perjuicio que eso significa para la República.
No tenemos idea del daño que supone “manguear” (pedir ayudomí) a los taiwaneses para comprar vacunas de la India cuando supuestamente tenemos en caja más de 200 millones de dólares listos para esas inversiones.
Ya que hemos capitulado a nuestra soberanía, le hubiéramos pedido a los isleños que traigan su equipo médico y administrativo para tomar el control del sistema sanitario local. Ellos son los mejores a nivel mundial, ya que con 22 millones de habitantes solo tienen 11 muertos.
Sí, leyó bien, y eso sin confinamiento.
Aquí vamos camino a los 10.000 muertos, según Sequera, a quien no le inmuta para nada contarnos lo mal que nos va a todos. Creo que los del Ministerio y los hospitales disfrutan con las malas noticias que comparten con nosotros porque parecieran sentirse orgullosos de su fracaso.
Ya que los taiwaneses aprecian tanto nuestra relación diplomática, pues que vengan y en situación de emergencia tomen el control operativo de la lucha contra el coronavirus. Los nuestros ya han mostrado todo lo que pueden. Son cínicos, incompetentes y tremendamente corruptos. No les da el cuero y se resisten a admitirlo. Esta falla es la responsable de los muertos e internados por Covid-19.
El Gobierno no tiene autoridad alguna para ordenar nada y su confusión es tan enorme que quiere castigar a los violadores de los protocolos en función de sus ingresos. El que tiene más pagará... más y el que tiene menos... menos, con lo que rompe el sacrosanto criterio de la igualdad consagrada en la Constitución Nacional.
Giuzzio, quien dice ser abogado y fue fiscal, desconoce algo tan elemental como que las penas no se discriminan por ingresos. Dentro de poco nos dirán que el asesinato se castiga en función de los ingresos del delincuente. Todo es confusión en un gobierno que no da pie en bola y en donde sus propios correligionarios han comenzado a abandonarlo en votaciones claves del Congreso.
La soberanía requiere capacidad y orgullo de ser parte de una Nación con historia y tradición.
Si un gobierno no puede cargar sus responsabilidades presentes y menos ser digno de un pasado complejo y difícil, debe dar un paso al costado y pedir a otro que lo sustituya para que vuelva a rescatar la soberanía perdida por causa de una gestión criminalmente incompetente.
Hagamos, antes de que la acumulación de cadáveres nos recuerde el genocidio de 1870.