La pandemia nos encontró hoy desprotegidos porque las decisiones se toman en Paraguay poniendo intereses sectoriales en primer lugar y no a las personas y sus necesidades básicas. La falta de agua potable este año tiene un claro fundamento político, porque dinero para infraestructura no faltó.
El problema no solo es la cobertura, sino también la calidad. Si bien en el sector urbano la extensión de las redes se ha expandido hasta llegar a niveles cercanos al 90%, se mantiene estancada desde hace 10 años. En comparación, la cobertura en el sector rural, que viene aumentando lentamente; presenta un rezago de alrededor de 20 años. Es decir, el sector rural tiene hoy la misma cobertura que el sector urbano 20 años atrás.
Estas cifras son solo de cobertura. Otra cosa es la calidad medida por la cantidad de cortes y la contaminación. No existen indicadores públicos y sistemáticos sobre los cortes, pero, en todo caso, no hace falta. La ciudadanía los sufre en carne propia sin tener que cuantificarlos. Con respecto a la potabilidad, también es una deuda pendiente y, en este caso, sí existen evaluaciones que muestran claramente los niveles de contaminación, tanto por desechos humanos como por agrotóxicos.
El acceso a agua potable es imprescindible para una alimentación y nutrición adecuada, lo cual está en directa relación con la salud, generándose un círculo vicioso. Sin agua no hay ninguna posibilidad de higiene personal o de alimentos y sin una adecuada nutrición no hay salud.
A pesar de que mucha gente señala que nuestro país es un gran productor de alimentos, uno de los problemas más graves de la niñez en Paraguay continúa siendo la desnutrición por mala alimentación. El uso de agua contaminada produce enfermedades intestinales, ocasionando la pérdida de nutrientes provenientes de los alimentos. Sin agua potable, el esfuerzo que realice la familia o el Gobierno garantizando alimentos adecuados se destruye si el cuerpo no los retiene.
La permanencia en las escuelas y los logros del aprendizaje tienen una alta dependencia de factores exógenos a la escuela. La pobreza, la falta de salud o el hambre impiden un buen desempeño escolar. En todas estas variables se encuentra el agua, algunas veces como causa y otras como consecuencia. Por otro lado, una escuela sin acceso a agua potable ya nos dice, en parte, el bajo compromiso del país con la formación del capital humano.
La trayectoria del trabajo remunerado también depende en una parte relevante del agua. Los servicios de cocina, las industrias, la producción de alimentos tienen como insumos este producto vital. La posibilidad de contar con un empleo e ingresos en los hogares depende de este servicio esencial.
Ojalá las autoridades aprovechen esta oportunidad para liberarse del prebendarismo político y empresarial y empezar a pensar en la gente. Sin agua no hay calidad de vida para las personas ni desarrollo para el país.