Hoy meditamos el Evangelio según San Lucas 12,13-21. Breve es la vida del hombre sobre la tierra, y la mayor parte de ella se pasa entre dolor y fatigas; todo se disipa como el viento y apenas deja rastro detrás de sí; en el mejor de los casos se puede reunir una gran fortuna, que se dejará pronto a otros. ¿A qué se reducen tantos esfuerzos y fatigas, si no se lleva consigo lo que se obtiene? Vaciedad sin sentido; todo es vaciedad.
En el diálogo que sostiene el rico labrador consigo mismo interviene otro personaje –Dios– que no había sido tenido en cuenta, y que con sus palabras revela que este hombre se ha equivocado radicalmente a la hora de programar su modo de vivir: Necio, le dice, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será? Todo ha sido inútil. Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.
Nuestro paso por la tierra es un tiempo para merecer; el mismo Señor nos lo ha dado. San Pablo recuerda que no tenemos aquí ciudad permanente, vamos en busca de lo que está por llegar. El Señor vendrá a llamarnos, a pedirnos cuenta de los bienes que nos dejó en depósito para que los administrásemos bien: La inteligencia, la salud, los bienes materiales, la capacidad de amistad, la posibilidad de hacer felices a quienes nos rodean.
El Señor llegará una sola vez, quizá cuando menos lo esperábamos, como el ladrón en la noche y nos ha de encontrar bien dispuestos. Aferrarse a lo de aquí abajo, olvidar que nuestro fin es el cielo, nos llevaría a desenfocar nuestra vida, a vivir en la más completa necedad. Necio es la palabra que dirige Dios a este hombre que había vivido solo para lo material. Hemos de caminar con los pies en la tierra, ilusiones e ideales humanos, sabiendo prever el futuro para uno mismo y para los que dependen de nosotros, como buen padre y buena madre de familia, pero sin olvidar que somos peregrinos, y actores en escena. Nadie se crea rey ni rico, porque al final del acto nos encontraremos todos pobres. Los bienes son meros medios para alcanzar la meta que el Señor señala. Nunca deben ser el fin de nuestros días en la tierra.
El Papa a propósito del evangelio de hoy dijo: “Acumular es precisamente una cualidad del hombre, y que hacer las cosas y dominar el mundo es una misión. Y ésta es la lucha de cada día como administrar las riquezas de la tierra bien, para que estén orientadas al cielo y se conviertan en riquezas del cielo.
Hay una cosa que es verdadera, cuando el Señor bendice a una persona con las riquezas lo hace administrador de aquellas riquezas para el bien común y para el bien de todos, no para el propio. Y no es fácil convertirse en un administrador honrado, porque existe siempre la tentación de ser importante.
El mundo te enseña esto y nos lleva por este camino. Pensar en los demás, pensar que lo que yo tengo está al servicio de los demás y que nada de lo que tengo me lo podré llevar conmigo. Pero si yo uso lo que el Señor me ha dado para el bien común, como administrador, esto me santifica, me hará santo.
Nosotros oímos con frecuencia las tantas excusas de las personas que pasan la vida acumulando riquezas. Por nuestra parte todos los días debemos preguntarnos: “¿Dónde está tu tesoro? ¿En las riquezas o en esta administración, en este servicio para el bien común?”
Es difícil, es como jugar con el fuego. Tantos tranquilizan su propia conciencia con la limosna y dan lo que les sobra a ellos. Ese no es administrador: El administrador toma para sí de lo que sobre y, como servicio, da todo a los demás.
Administrar riqueza es un despojarse del propio interés y no pensar que estas riquezas nos darán la salvación. Acumular sí, está bien; tesoros sí, está bien, pero aquellos que tienen precio, digámoslo así, en la bolsa del cielo. ¡Allí, acumular allí!”. (Frases extractadas de http://www.homiletica.org y www.pildorasdefe.net).