Pero me pregunto: ¿Las palabras de Jesús son realistas? ¿Es verdaderamente posible amar como ama Dios y ser misericordiosos como Él? Si observamos la historia de la salvación, vemos que toda la revelación de Dios es un incesante e incansable amor por los hombres: Dios es como un padre o como una madre que ama con amor infinito y lo derrama con generosidad sobre cada criatura.
La muerte de Jesús en la cruz es la culminación de la historia de amor de Dios con el hombre. Un amor tan grande que solo Dios puede realizarlo. Es evidente que, comparado con este amor que no tiene medidas, nuestro amor siempre será insuficiente. Pero, cuando Jesús nos pide que seamos misericordiosos como el Padre, ¡no piensa en la cantidad! Él pide a sus discípulos convertirse en signo, canales, testigos de su misericordia. Nos preguntamos: ¿Qué significa para los discípulos ser misericordiosos? Esto es explicado por Jesús con dos verbos: “Perdonar” y “donar”. La misericordia se expresa, sobre todo, con el perdón: No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados.
Jesús no pretende alterar el curso de la justicia humana, no obstante, recuerda a los discípulos que para tener relaciones fraternales es necesario suspender juicios y condenas. El perdón es el pilar que sujeta la vida cristiana, porque en él se muestra la gratuidad del amor con el cual Dios nos ha amado en primer lugar. ¡El cristiano debe perdonar! pero, ¿por qué? Porque ha sido perdonado. Todos hemos sido perdonados. Ninguno de nosotros, en su propia vida, no ha tenido necesidad del perdón de Dios. Y para que seamos perdonados, debemos perdonar.
( Frases de https://www.vatican.va)