Aludiendo al Evangelio de Marcos de hoy, Francisco recordó cómo se criticaba a los discípulos “porque no ayunaban”. Es el Señor quien explica cómo nadie va a coser un trozo de tela cruda en un vestido viejo, porque correría el riesgo de empeorar el desgarro. Y cómo nadie vierte vino nuevo en odres viejos, de lo contrario los odres se romperían, perdiéndolo todo: por lo tanto “vino nuevo en odres nuevos”.
La novedad de la Palabra del Señor –porque la Palabra del Señor siempre es novedad, siempre nos lleva adelante– siempre gana, es mejor que todo. Vence la idolatría, vence la soberbia y vence esta actitud de estar demasiado seguros de sí mismos, no por la Palabra del Señor sino por las ideologías que yo he construido en torno a la Palabra del Señor. Hay una frase muy buena de Jesús que explica todo esto y que viene de Dios, tomada del Antiguo Testamento: “Misericordia quiero y no sacrificios”.
Ser un “buen cristiano” significa entonces ser “dócil” a la Palabra del Señor, escuchar lo que el Señor dice “sobre la justicia”, “sobre la caridad”, “sobre el perdón”, “sobre la misericordia” y no ser “incoherentes en la vida”, utilizando “una ideología para poder ir adelante”. Es verdad, añadió, que la Palabra del Señor “a veces nos pone ‘en problemas’”, pero también “el diablo hace lo mismo”, “engañosamente”. Ser cristiano es, por lo tanto, “ser libres”, a través de la “confianza” en Dios.