Este hombre es acusado de mala administración de los negocios de su señor y, antes de ser apartado, busca astutamente ganarse la benevolencia de sus deudores, condonando parte de la deuda para asegurarse, así, un futuro. Comentando este comportamiento, Jesús observa: «Los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz».
Ante tal astucia mundana nosotros estamos llamados a responder con la astucia cristiana, que es un don del Espíritu Santo… Y la mundanidad, ¿cómo se manifiesta? La mundanidad se manifiesta con actitudes de corrupción, de engaño, de abuso, y supone el camino más equivocado, el camino del pecado, ¡porque uno te lleva al otro! Es como una cadena, aunque sí —es verdad— es el camino más cómodo de recorrer generalmente.
En cambio, el espíritu del Evangelio requiere un estilo de vida serio —¡serio pero alegre, lleno de alegría!—, serio y de duro trabajo, basado en la honestidad, en la certeza, en el respeto de los demás y su dignidad, en el sentido del deber. Y ¡esta es la astucia cristiana!
Con esta enseñanza, Jesús hoy nos exhorta a elegir claramente entre Él y el espíritu del mundo, entre la lógica de la corrupción, del abuso y de la avidez y la de la rectitud, de la humildad y del compartir. Alguien se comporta con la corrupción como con las drogas: piensa poderla usar y dejarla cuando quiera. Se empieza con poco: una propina por aquí, un soborno por allá... Y entre esta y aquella lentamente se pierde la propia libertad. También la corrupción produce adicción, y genera pobreza, explotación, sufrimiento.
Que la Virgen María nos ayude a elegir en cada ocasión y cueste lo que cueste el camino justo, encontrando también el valor de ir contracorriente, con el fin de seguir a Jesús y a su Evangelio.
(Frases extractadas de http://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2016/documents/papa-francesco_angelus_20160918.html).