Es cierto, vivimos tiempos inciertos, pero no es para convertir al miedo en el factor central de nuestras vidas. Hubo un ministro del Interior que ante la ola de delincuencia sugirió rezar, el actual recomendó la contratación de alarmas en los autos para facilitar el trabajo de ubicación del rodado hurtado. Solo faltó que nos dijera la marca y la dirección donde comprarla. Para rematar toda esta cuestión, una empresa local hizo casi medio billón de dólares –sí, leyó bien– en venderle seguridad a instituciones públicas donde el robo se inicia en las licitaciones del rubro como lo comprobó el intento en el IPS. La suma a ser pagada por la previsional rondaba los 28 millones de dólares por un año y medio de servicio con casi 700 guardias. Un colosal negocio basado en el concepto que es una inversión necesaria para evitar robos mayores. Ladrones controlando a potenciales colegas.
Es evidente que el negocio de hacer negocios con el Estado ha hecho súper ricos a muchos. El volumen de lo contratado supera cualquier dato imaginable y los mecanismos se multiplican al punto que al ministro-pastor de Obras Públicas no le alcanzan las oraciones para enfrentar a un monstruo con el que no puede lidiar al precio de convertirse en inútil para gestionar una secretaría de Estado con más de mil millones de dólares en fondos para obras. Si se apura, se jode, y si no... también. Después vendrán la fiscalización y la entrega de obras o qué hacer con las mal hechas. Finalmente, solo le quedará llorar como cuando el Metrobús, sobre el que no existe una sola idea acerca de cómo resolver lo realizado.
No hay un solo responsable de ese desaguisado que esté acusado de haber afectado el bolsillo de la gente. No hay por supuesto Metrobús ni plan alguno para hacerlo viable. Entre lo que se hace mal y lo que se deja de hacer la corrupción se hizo de un lugar imposible de sacar. El contralor es amigo casi siempre de los que roban y no tiene empacho en decir que sus informes no son inculpatorios ni exculpatorios como lo afirmó el destituido García. Si es así, ¿para qué está? Me recuerda cuando Euclides Acevedo, después de unos años de ministro de industria de González Macchi, afirmó que no existe Estado en Paraguay (!). Si esa entelequia es así, ¿de que ficción fue parte y con qué recursos se manejó?
Si no reformamos profundamente el Estado que tenemos no habrá solución y los ladrones habrán hecho de Paraguay su cueva perfecta. Lo que más necesita la gente en tiempos de incertidumbre es algo que le dé garantía de certezas y de seguridad. Enterado de todo en los medios y golpeado cotidianamente en términos económicos trata de refugiarse en los informativos de televisión donde le llenan de miedo, sangre y asaltos. Con eso duerme y con eso se levanta; claro, con música de terror apropiada para los fines de un miedo que paraliza, impide y frustra.
El IPS tiene que acabar con el despilfarro, el Ministerio del Interior realizar una profunda purga del cuadro policial, la Justicia animarse a hacer su tarea y los medios audiovisuales dejar de lucrar con el miedo de vivir todos los días en el Paraguay. Importamos el modelo de los dos grandes vecinos sin tener las causas ni razones para hacer del mismo una forma de parálisis colectiva. El resultado: convertir la inseguridad y el miedo en un monumental negocio del que lucran los mismos que debieran haberlo controlado, y reprimido a sus actores y factores.
Vivimos inseguros porque ese ha sido el negocio de los que crearon las dificultades para vendernos las facilidades a un terrible costo para todos.