Por Brigitte Colmán
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Mientras la mitad del país se va, en ómnibus o en avión, a buscar trabajo en lo que sea, quienes deberían gobernar el país están en plena campaña electoral.
Los funcionarios del Estado paraguayo tienen la obligación de trabajar y hacer obras. Por eso, es normal que inauguren escuelas, puentes y el recapado de alguna ruta. El problema son los años políticos, cuando lo poco que hacen se tiñe de política partidaria.
El presidente de la República anda ahora por todas partes con “nuestra” ministra de Educación, Blanca Ovelar, promocionando la candidatura de la susodicha como precandidata a la presidencia.
A los muchachos de la Asociación Nacional Republicana no les gusta la idea. A lo mejor no les cae bien la Ovelar, pero en ningún caso cuestionan que, en vez de trabajar, se dediquen –el presidente y la ministra– a hacer política partidaria.
En la otra esquina del ring colorado está el vicepresidente de la República. De funciones un tanto etéreas, Luis Alberto Castiglioni ahora quiere más; él también quiere ser presidente. Y, por tanto, anda por la vida captando adeptos y concertando por aquí y por allá.
Ya van a ver. Dentro de poco nomás vamos a comenzar a escuchar los plagueos. Los funcionarios públicos de tal institución se van a quejar de que les echaron o de que les persiguen porque no apoyan la candidatura oficial. Y entonces los otros, que ya no son más oficialistas, van a presionar para que no le persigan a su gente.
Después van a comenzar (o seguir, según se mire…) a utilizar los recursos del Estado paraguayo para movilizarse ellos y a sus adherentes. Así van a estar de lo más ocupados hasta el día de las elecciones generales del 2008.
Resumiendo: solo ellos juegan este partido. El resto seguirá viendo por la tele cómo se acumulan las promesas de paraíso terrenal.
Toda esa gente que debería trabajar para nosotros, los paraguayos y paraguayas, está en otra.
El presidente, el vicepresidente, los senadores y diputados, los ministros, viceministros y cuanto jefecito de repartición haya, mojarán la camiseta por el partido, por el candidato y por el zoquete. La gente, bien gracias.
Pero eso no es lo peor. De aquí al día de las elecciones, Nicanor va a seguir repartiendo viviendas, semillas, vacas y computadoras, y seguirá propinando frases célebres en cada acto gubernamental-partidario.
Lo de la Andraschko fue solo el inicio. Y es que el Estado paraguayo está lleno de funcionarios y funcionarias que gustan poco de trabajar y demasiado de ser apatukados por el noble jefe.
Mientras tanto, en el país se declaró so’o.