Por Andrés Colmán Gutiérrez – Twitter: @andrescolman
A pesar de su relativa juventud, Rolando Chaparro ya hizo casi de todo. Compuso algunos de los temas más emblemáticos del rock paraguayo, grabó el Himno Nacional en versión rockera, modernizó el folklore con el Terceto Ñamandú, hizo bailar a la hinchada de la Albirockja, le puso acordes de guitarra eléctrica a las canciones del gran Agustín Barrios Mangoré... y ahora compone música para ballet, inspirado en la vida del primer santo paraguayo, San Roque González de Santacruz.
Con su característica melena y sus gastados jeans, Rolo le agrega disonancias al clásico Ave Maria, de Shubert, en una particularísima versión, mientras parejas de bailarines y bailarinas parecen volar al son de la música en el salón de ensayos del Teatro Municipal.
“Es una experiencia fascinante, que me devuelve a mis años en que formaba parte de movimientos juveniles de la Iglesia Católica, especialmente de un grupo fantástico que se llama Oración Por el Arte (OPA), en los años 80. Aunque estuve un poco alejado en los últimos años, con Roque Maragantú vuelvo a sentir esa espiritualidad que te permite acariciar la música”, admite Rolo, mientras comparte un café en una confitería del barrio Sajonia, el rincón de Asunción que lo vio crecer y convertirse en uno de los grandes músicos contemporáneos.
Este sábado 10 de agosto, Chaparro presentará su disco número nueve como solista, con todos los temas compuestos especialmente para la obra Roque Maragantú, en coincidencia con el estreno mundial del ballet dirigido por Miguel Bonnin, y que tendrá la participación especial de Juan Pablo Ledo, primer bailarín del Teatro Colón, de Buenos Aires.
Una vida dedicada a los humildes
Roque González de Santacruz fue un sacerdote jesuita paraguayo nacido en 1576, en tiempos de la conquista española, que dedicó su vida a la evangelización de los pueblos indígenas, fundador de ciudades como Encarnación y Posadas, y de varias misiones y reducciones religiosas, que murió asesinado por un grupo de nativos hostiles en 1628.
Considerado mártir por la Iglesia Católica, fue beatificado en 1934 y canonizado como el primer santo paraguayo el 16 de mayo de 1988, por el Papa Juan Pablo II, durante su histórica visita al país.
Al cumplirse 25 años de su canonización, un grupo de artistas llevaron adelante la propuesta de montar un espectáculo de ballet, que irá a escena en el Teatro Municipal, los días 10, 11, 16, 17 y 18 de agosto, a cargo del Ballet Municipal Clásico y Moderno de Asunción.
La dirección artística y la coreografía es de Miguel Bonnin, con asesoría del sacerdote jesuita Casimiro Irala, vestuario de Ricardo Migliorisi y escenografía de Tessy Vasconcellos.
“Cuando Migueo Bonnin y el padre Irala, con quien habíamos compartido la experiencia del movimiento Oración Por el Arte, me propusieron que componga la música para el ballet, me sentí muy comprometido, por todo lo que significa rescatar la vida y obra de San Roque González, a quien considero un gran defensor de la dignidad y los derechos de los indígenas”, cuenta Chaparro.
Las canciones que compuso para la obra, reunidas en el disco, son quizás distintas al resto de su producción discográfica, aunque sus seguidores reconocerán el “sello chaparrístico o rolandístico”, admite. Es su primer disco esencialmente conceptual y quizás uno de los primeros de música compuesta especialmente para ballet.
Mientras va esbozando próximos nuevos proyectos musicales, Rolo dice que la presentación del disco supone una doble celebración, por el estreno mundial de la obra, y él personalmente anhela que la puesta en escena, así como el material fonográfico, sirvan para llamar la atención sobre la afligente realidad indígena actual.
“Es doloroso comprobar que la situación de nuestros pueblos originarios no ha avanzado mucho desde la época de San Roque González hasta nuestros días. La realidad que vemos a diario, sigue siendo interpeladora. Si esta obra y este disco pudiesen ayudar a motivar una reflexión más profunda y un compromiso mayor en la defensa de sus derechos, podemos sentir que estamos aportando algo con nuestro arte”, sostiene Rolando.
El Ave María suena con la particular disonancia en la guitarra de Rolo, mientras los bailarines se elevan en el aire, cada vez más leves.