15 may. 2025

Responsables por nuestro entorno natural

José, Antonio Bergues

José, Antonio Bergues

Cuentan que monseñor Ismael Rolón recibió una invitación para visitar una capilla en Luque. Al llegar al lugar encontró una calle sucia, descuidada y llena de baches. Luego presidió la ceremonia para la cual había sido invitado, y al retirarse los vecinos le preguntaron si regresaría próximamente, a lo que el arzobispo respondió que no. Sorprendidos, le preguntaron por qué, y les hizo notar que la calle de acceso estaba en pésimas condiciones, no había ningún árbol plantado, y que eso indicaba que no les interesaba la capilla. Al cabo de algunos meses volvieron a invitarlo, lo cual aceptó con recelo. Al llegar, se encontró con un paisaje diferente: calle arreglada y limpia, y gran cantidad de arbolitos recién plantados, lo cual sorprendió gratamente al prelado.

En estos tiempos, el cuidado del medio ambiente es un imperativo ético y también estético. Desde la ética se plantea la responsabilidad de nuestra generación en dejar un mundo más habitable para nuestros descendientes. Pero la estética, que es la belleza, es también un incentivo poderoso para motivarnos a nosotros y a los demás a cuidar nuestro entorno natural. Como decían los filósofos griegos, junto a la bondad y la verdad, la belleza es uno de los pilares de una vida humana plena y digna.

En los tiempos que corren, la contaminación y el cambio climático son el tema del momento. Hay visiones apocalípticas de lo que puede ocurrir a la humanidad, pero muchos de esos presagios parecen venir de una histeria global que reclama acciones drásticas, sin medir los costos ni los efectos colaterales no deseados que pueden sobrevenir. No hay espacio aquí para mencionar todas las medidas que se promueven, pero lo cierto es que ellas no garantizan los resultados que pretenden alcanzar.

Es evidente, sí, que necesitamos un compromiso firme y constante de todos para conservar y mejorar el medio ambiente. Un ejemplo que me viene a la mente es el del entonces intendente de Atyrá, Feliciano Martínez, quien en 1996 logró el Premio ADEC a la Excelencia en el Servicio Público, por haber convertido a su ciudad en la más limpia del Paraguay. Con una Municipalidad modesta, logró esa hazaña movilizando a la población con su propio ejemplo, pues él mismo a temprana hora colaboraba en la limpieza de las calles y el embellecimiento de los espacios públicos.

Tal vez la consigna más poderosa que dejó el ya fallecido intendente, fue la de que lo más importante no es limpiar, sino no ensuciar. Esta actitud conlleva un cambio cultural que se transmite de padres a hijos o entre vecinos, y tiene un efecto multiplicador notable. Si esta práctica la llevamos a cabo en nuestros hogares, en nuestros espacios de recreación o trabajo, estaremos asumiendo nuestra responsabilidad por un mundo mejor.

Aplaudimos a los ciudadanos que, en los últimos tiempos, han colaborado para limpiar de basuras los arroyos urbanos y hasta la ribera del río Paraguay contaminada por desechos. Estas iniciativas desafían a los municipios y otros organismos del Estado, al cuidado de los espacios públicos en beneficio de la salud y la calidad de vida de todos los paraguayos.