Las homilías de los obispos y sacerdotes, al igual que las peticiones de miles de peregrinos que acuden en estos días hasta el Santuario de la Virgen de Caacupé, en la capital de Cordillera, componen una radiografía bastante precisa de la realidad socioeconómica, cultural y política, que identifica a todo el Paraguay.
Desde el inicio del novenario hasta el Tupãsy Ára, que se celebrará el sábado próximo, las ceremonias eucarísticas de la mayor festividad católica en el Paraguay se convierten en un púlpito privilegiado, donde se expresan las penas y las alegrías, las angustias y las esperanzas de todo un pueblo, principalmente humilde, que llega en procesión desde todos los ámbitos de la geografía, buscando amparo ante el altar de la Madre común, la patrona espiritual del país.
En los oficios centrales, transmitidos en directo por los canales de televisión, se han escuchado voces críticas que demandan respuestas. Monseñor Miguel Ángel Cabello, obispo de Concepción y Amambay, cuestionó a los organismos del Estado por la falta de efectividad en el combate contra el grupo armado criminal Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), como por la falta de control ante la destrucción del medio ambiente: “La deforestación acelerada, la contaminación de recursos hídricos y el uso indicriminado de agrotóxicos muy cerca a comunidades ocasionan enfermedades y muertes. Alguien tiene que hacerse responsable de estas muertes”.
Más de 10.000 jóvenes que llegaron en peregrinación el sábado emitieron un pronunciamiento, pidiendo detener el éxodo a otros países por falta de oportunidades y que los cargos públicos no sean repartidos entre amigos, parientes y correligionarios. Cuestionaron que los políticos se enriquecen mientras falta medicamentos en los hospitales, entre otras problemáticas. “Creemos que el desarrollo de un país no es posible si no se prioriza una educación integral para todos”, apuntaron.
Monseñor Lucio Alfert, obispo del Pilcomayo, enfatizó que en el Chaco se deforestan 1.000 hectáreas cada día, mientras se despoja de tierras a los pueblos indígenas. “No es admisible que tanta gente tiene que ser descaradamente explotada, cuando por necesidad tienen que aceptar un trabajo indigno y mal pagado. La injusticia clama al cielo”, destacó.
Monseñor Zacarías Martínez cuestionó que tantos comerciantes y trabajadores hayan sido perjudicados por el frustrado proyecto del Metrobús, al que denominó “una obra dolorosa” y dijo que sus realizadores deben pedir perdón al pueblo.
Son solo algunos de los muchos puntos cruciales de la realidad nacional que se han escuchado y que seguirán oyéndose en las festividad de Caacupé. Las autoridades deberían prestar atención y responder al clamor popular.