14 may. 2025

Reforma electoral: “Colorados ignoran por completo el debate democrático”

Hoy existe un nuevo órgano legislativo irregular: la Comisión Ejecutiva del Partido Colorado, advierte el analista. Cambios impulsados por la ANR profundizan desigualdades estructurales del sistema electoral.

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Investigador. Jorge Silvero escribe artículos de análisis para publicaciones especializadas.

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A Jorge Silvero no le pasó inadvertido lo que se dio en Diputados donde, en poco más de siete minutos y pisoteando incluso las formas, los colorados aprobaron reformas electorales sin debate alguno y que tienen que ver con el registro electoral y la fiscalización del financiamiento de campañas. El ex catedrático de la Universidad Católica, abogado e investigador considera que lo ocurrido en esos siete minutos fue la culminación de un proceso legislativo “profundamente anómalo”. Dice que en los hechos hoy existe un nuevo órgano legislativo irregular: la Comisión Ejecutiva del Partido Colorado. Fue allí donde el 3 de abril se aprobó por adelantado la reforma electoral, con más discusión interna que la que hubo en la propia Cámara de Diputados.
–¿Cómo siguieron luego?

–El 8 de abril, la Junta de Gobierno de la ANR convocó a una sesión extraordinaria para el día 14, donde se dio luz verde al proyecto. El quinto punto del orden del día coincidía exactamente con el título del proyecto de ley que sería presentado días después.

Está claro que los colorados cuidan más las formas dentro de su partido que en el Congreso.

Formalmente, el trámite legislativo comenzó el 10 de abril, cuando cuatro diputados, presentes en la citada reunión partidaria, presentaron el proyecto en la Cámara de Diputados. Fue derivado a ocho comisiones parlamentarias. El 22 de abril se sumó una novena: la Comisión de Equidad e Igualdad, que el 28 emitió el único dictamen favorable, aprobado con llamativa celeridad.

Esta comisión está presidida por una diputada que, aunque no es miembro de la Comisión Ejecutiva de la ANR, participó igualmente en esa reunión clave del partido.

Finalmente, el 6 de mayo, en apenas siete minutos, 45 diputados colorados aprobaron el proyecto.

No escucharon a las ocho comisiones especializadas, no debatieron con la oposición, que ni siquiera figura en el acta de votación, donde aparecen como ausente.

Ningún legislador opositor, ni siquiera los llamados colaboracionistas, acompañó la iniciativa. La evidencia es clara, concluye: el Partido Colorado redacta y aprueba leyes electorales sin participación de la oposición. El sistema electoral paraguayo ya operaba con normas desactualizadas; ahora pasaremos a tener leyes ilegítimas. El deterioro institucional es alarmante.

–¿Calificaría como un acto autoritario el ajustar las reglas electorales a la medida del partido hegemónico sin dar oportunidad a otras voces que pueden aportar sobre el tema?

–Sí, definitivamente es un signo de autoritarismo. Lo ocurrido refleja un grave deterioro en la relación entre la mayoría y la minoría parlamentaria. La mayoría actuó sin deferencia, sin cordialidad y, sobre todo, sin el respeto mínimo que merece cualquier posición discrepante.

Peor aún, se ignoró por completo el debate democrático, como si fuera prescindible. Esto evidencia el cansancio –o incluso el desprecio– de los diputados del Partido Colorado hacia las prácticas fundamentales de la democracia.

En este contexto, la minoría parlamentaria se encuentra reducida a un rol casi simbólico: apenas puede alzar la voz, advertir, denunciar... y poco más. Y lo que hemos visto es que, incluso eso, ya no es tolerado. Se la silencia precisamente en los temas donde más se necesita pluralidad.

–¿Hasta qué punto la débil y atomizada oposición, con su incapacidad de reagruparse y adoptar una posición resiliente, contribuye a fortalecer al oficialismo?

–Es un muy buen punto. Aunque parezca paradójico, una oposición débil y desarticulada puede, de hecho, fortalecer al oficialismo. No es un fenómeno nuevo: ya ocurrió en nuestra historia.

Durante la dictadura de Stroessner, por ejemplo, el mandatario comenzó su gobierno bajo la Constitución de 1940, que solo permitía una reelección. Cuando llegó al límite, impulsó una reforma constitucional para mantenerse en el poder, y la oposición –en lugar de resistir– terminó sumándose a su convocatoria. Así se logró una nueva Constitución bajo estado de sitio y con derechos fundamentales restringidos. En otras palabras, una oposición ingenua y complaciente terminó siendo funcional al proyecto autoritario de reelección.

Hoy corremos un riesgo similar. Frente a esta reforma electoral profundamente defectuosa, la oposición podría limitarse a expresar un enojo pasajero, y luego terminar aceptando las reglas impuestas por el Partido Colorado para competir bajo sus condiciones. Ese sería un grave error.

La oposición no puede limitarse al papel de víctima o simple denunciante de injusticias.

Debe asumir su responsabilidad en el proceso político-electoral y tomar decisiones estratégicas que impacten realmente en el rumbo del país. Solo así podrá convertirse en un actor con peso real en la lucha por la redemocratización del Paraguay.

–Ante las próximas elecciones municipales, ¿cuál es el panorama que avizora a partir de los cambios electorales que están introduciendo los colorados?

–Los cambios impulsados por el Partido Colorado profundizan las desigualdades estructurales del sistema electoral paraguayo. Como resultado, se deterioran aún más las condiciones de competitividad. Y cuando la cancha está inclinada, las elecciones dejan de ser justas.

Frente a este panorama, la oposición parece haber depositado todas sus esperanzas en una única estrategia: la unidad. Sin embargo, es un error suponer que la victoria depende únicamente de reunirse en torno a una candidatura común.

Si las condiciones de competitividad están seriamente afectadas, la unidad, por sí sola, no basta.

Además, seguimos viendo indicios alarmantes de financiamiento ilegal en la política –especialmente vinculado al narcotráfico–, y la oposición no ha priorizado una propuesta sólida de reforma electoral como condición previa para encarar con legitimidad las elecciones municipales. Participará bajo reglas desactualizadas, en un terreno marcado por el dinero sucio y sin una fiscalía electoral efectiva que pueda atender adecuadamente los reclamos.

En definitiva, nos encaminamos a unas elecciones municipales con los mayores déficits institucionales de los últimos tiempos, en un sistema que hoy carece de garantías institucionales mínimas para un proceso verdaderamente democrático.

–¿Cómo afecta a la calidad democrática actitudes del tipo aplanadora?

–La actitud conocida como aplanadora , donde se impone la fuerza numérica de la mayoría sin escuchar ni considerar argumentos de la minoría, atenta directamente contra los principios de una democracia participativa y pluralista, tal como lo establece nuestra Constitución de 1992. Cuando predomina la imposición sobre el diálogo, se desvirtúa el sentido mismo de la democracia.

Este tipo de prácticas no solo empobrecen el debate público, sino que degradan la legitimidad de las decisiones políticas. Una mayoría que decide sin oír otras voces debilita el tejido institucional y excluye a sectores que también representan a la ciudadanía.

Paraguay atraviesa ya un proceso de regresión democrática. En lugar de consolidarse, nuestras instituciones muestran signos claros de deterioro. Un ejemplo elocuente son los chats del diputado Lalo Gomes, que expusieron cómo actores políticos manipularon y corrompieron el sistema de Justicia con la complicidad de sus autoridades.

Frente a esto, cabe preguntarse: Si el sistema judicial ha sido vulnerado de ese modo, ¿por qué deberíamos creer que el sistema electoral está libre de esas mismas prácticas de corrupción?

La minoría parlamentaria se halla reducida a un rol casi simbólico: apenas puede alzar la voz, incluso eso ya no es tolerado.
La oposición debe asumir su responsabilidad en el proceso político-electoral. No limitarse solo al papel de víctima o denunciante.

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