Sin intentar lo mismo, el presidente Peña le pidió al jefe de Gobierno español, Pedro Sánchez, acorralado por la corrupción en su país, que España volviera a redescubrir el país del “Gigante dormido” y que volvieran de nuevo los inversores para despertarlo de su larga postración. El “Gigante” siguió roncando.
Cepal no ayudó mucho tampoco con los datos de la estrepitosa caída de la inversión extranjera directa, que orilla el 31% más que incluso en pandemia. No sirven los viajes del presidente al exterior. No le creen y su gobierno no hace mucho tampoco para que le crean. La realidad interior golpea la confianza de afuera.
Debemos redescubrir lo que alguna vez y por episodios cortos nos hizo fuertes y esperanzados. El antipático y honesto Eligio Ayala es un buen ejemplo a imitar y redescubrir. Arregló el país de las guerras civiles interminables que se iniciaron en 1904 y 20 años después emprendió la construcción de un país frente a la amenaza de la guerra.
Se rodeó de los mejores y él no era menos que ninguno de ellos. Nunca salió del país durante el ejercicio de su presidencia y envió a sus mejores funcionarios a comprar pertrechos para la confrontación inminente con Bolivia.
Nos salvó de la “mutilación y la deshonra”, como decían los perifoneros de antes solo con haber redescubierto la fuerza de la honestidad. Sus emisarios al exterior rechazaron las coimas y protegieron los intereses del país. Solo con recuperar ese valor, el gobierno ayudaría al despertar del “Gigante”.
Pero para eso hay que comprarse un terreno en regla en San Bernardino y no dejarse regalar una mansión quién sabe por qué obscuros intereses a cambio.
Hay que retornar al concepto de bien común y trabajar para que la política en su ejercicio sea sinónimo de eso. Cuando se presentan leyes pomposamente de reforma del Estado que solo mantienen las mismas cosas como siempre es evidente que no se desea que el centro de la política, el ciudadano, viva bien y mejore sus oportunidades.
Ahora Peña viaja a Finlandia, el país más honesto de la OCDE y con el mejor sistema de educación del mundo, donde los mejores alumnos de la secundaria quieren ser maestros de escuela. Aquí, esta semana en los exámenes de oposición de aspirantes a docente se dio un aplazo masivo y el ministro del área afirmó que hay más de la mitad de las escuelas del país sin alumnos. ¿Quién querría ser enseñado por estos?
Un verdadero desastre que bien podrían aprender en este nuevo viaje cómo Fin-landia construyó el mejor sistema de educación pública sin participación privada. Redescubrir los tiempos en que la buena instrucción era un factor de dinámica social incontrastable que ahora quedó sepultada por el aluvión zoológico que tenemos en el Congreso y otros poderes del Estado.
La Justicia se espanta del corte de pelo de un juez e inicia un sumario, pero nada hace ante la corrupción y complacencia ante los criminales como el de Yegros.
Redescubrir lo que vale la pena, lo que es importante y no perder el tiempo en las irrelevancias debe ser política de Estado y actitud ciudadana.
Cuando los paraguayos creíamos en la educación nos fue muy bien como país y cuando perdimos la memoria... nos va como ahora, donde los atrevidos, osados y zafios ejercen el poder ante el asombro y pena de todo un país.
Debemos ser redescubiertos por nosotros mismos sin esperar que vengan de nuevo los españoles que ya mucho tienen con su corrupción interna. Ver los principios y valores que nos hicieron fuerte, enérgicos y valientes antes de que el “Gigante” comenzara a dormir en 1947.
Casi son 80 años sin despertarse y la hibernación va para mucho más por lo que vemos. Y es una lástima.