Ya en 2017, el Festival de Cannes presentó Carne y arena, del mexicano Alejandro González Iñárritu en realidad virtual sobre los migrantes.
Pero esta vez, el certamen creo una competición específica para obras narrativas inmersivas, que mediante la realidad virtual o aumentada permiten que los espectadores se transporten a otros cuerpos, a otras épocas.
Esta tecnología, todavía poco conocida, es “como un minicine individual donde se utilizan todos los medios técnicos en el casco [virtual] para sumergir al usuario en una historia”, dice Arnaud Colinart, productor de Atlas V.
Entre los ocho proyectos en lista destaca Traversing the Mist, del taiwanés Tung-Yen Chou, ambientado en una sauna gay. El espectador, que debe tener más de 18 años, avanza entre pasillos y espacios cerrados, repletos de usuarios desnudos.
Otra historia, Maya: El nacimiento de una superheroína, de la creadora y activista Poulomi Basu, se centra en los problemas que enfrenta una chica cuando tiene la menstruación.
El espectador ayuda a la adolescente a encarar a los que se ríen de ella y para ello se sumerge en un mundo de lucha con monstruos, entre tampones y vaginas.
“La experiencia de cada niña para entrar en su feminidad es una experiencia que aísla, a veces es claustrofóbica, a veces es sicológicamente difícil”, explica la directora.
En paralelo de las ocho aspirantes al premio, se pueden ver otras seis obras, realizadas hace varios años, como Gloomy Eyes, de los argentinos Fernando Maldonado y Jorge Tereso. AFP