13 feb. 2025

¡Que llega el esposo!

Hoy meditamos el Evangelio según san Mateo 25,1-13. Las celebraciones nupciales en tiempos de Jesús estaban revestidas de una particular solemnidad, en un ambiente festivo. Unos meses antes tenían lugar los desposorios, donde los futuros esposos ya quedaban públicamente comprometidos en matrimonio, pero solo un tiempo después la esposa era recibida en su nueva casa por el esposo para iniciar su vida formando una familia.

Jesús habla de una boda en la que un retraso excesivo en la llegada del novio provocó el desconcierto entre las amigas de la novia. Algunas poco previsoras, al retrasarse tanto el esposo, se quedaron sin aceite para salir con sus lámparas a recibirlo y, mientras iban a comprar lo necesario, se cerró la puerta y se quedaron fuera.

El Maestro se sirve de esta parábola para recomendar la necesidad de estar siempre bien preparados para recibir al Señor cuando se presente, ya que no sabemos el día ni la hora. “Llegará aquel día –recordaba san Josemaría–, que será el último y que no nos causa miedo: Confiando firmemente en la gracia de Dios, estamos dispuestos desde este momento, con generosidad, con reciedumbre, con amor en los detalles, a acudir a esa cita con el Señor llevando las lámparas encendidas. Porque nos espera la gran fiesta del cielo”.

La imprevisión o el atolondramiento, el retrasar el arrepentimiento o la confesión, dilatar las decisiones de entrega, pueden privarnos para siempre de la gloria. En cambio, una vida vivida cara a Dios, sin descuidar detalles, nos puede abrir la puerta del cielo, como sucedió a aquellas amigas de la novia, que fueron previsoras, y entraron a disfrutar de la fiesta, mientras que las otras se quedaron fuera.

“No supieron o no quisieron prepararse con la solicitud debida, y se olvidaron de tomar la razonable precaución de adquirir a su hora el aceite. Les faltó generosidad para cumplir acabadamente lo poco que tenían encomendado. Quedaban en efecto muchas horas, pero las desaprovecharon”, seguía comentando san Josemaría. De ahí que nos invitase a reflexionar y sacar propósitos: “Pensemos valientemente en nuestra vida. (…) Me podéis responder: son pequeñeces. Sí, verdaderamente: pero esas pequeñeces son el aceite, nuestro aceite, que mantiene viva la llama y encendida la luz”.

(Frases de https://opusdei.org /es-py/gospel/evangelio-trigesimosegundo-domingo-ordinario-ciclo-a/).