Para muchos, los días santos en los que se recuerdan la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, suelen ser momentos privilegiados para la reflexión y el recogimiento, compartiendo con la familia, acudiendo a las ceremonias propias del calendario eclesiástico.
Para otros, sin embargo, son un tiempo en el que parecen abolirse las normas de convivencia entre semejantes, para entregarse de lleno a lo irracional, exponiendo a veces no solo la propia integridad física, sino la de los demás.
Los que manejan con imprudencia en las rutas, sobrepasando los límites que aconseja el sano juicio, ponen en peligro su vida y la de los que circunstancialmente pueden ser víctimas inocentes de su desborde de velocidad y maniobras riesgosas.
Las bebidas alcohólicas forman también parte de un repertorio que puede acarrear impredecibles consecuencias a los que se dejan llevar por el exceso de consumo. No pocos asesinatos y accidentes de tránsito son ocasionados por los efectos del consumo desmedido de líquidos que hacen perder la noción de la realidad.
El dengue es un factor que desde este año ingresa a escena. Las personas afectadas por esta enfermedad deben quedarse en su casa, no viajar a lugares donde pueden ser picados por el Aedes aegypti, y de esa manera iniciar la propagación de la epidemia en los sitios visitados. Bien se sabe que el vector se emponzoña con una persona portadora del virus, que luego va a inocular a sus víctimas.
La portación de armas –tanto las de fuego como blancas– es otro capítulo del abanico de tentaciones de estos días, en que se pueden tomar libertades que en otra época del año están vedadas a la mayor parte de la población. Salvo para defenderse, lo mejor es no contar con esos instrumentos que, antes que solucionar los problemas, podrían agravarlos.
En general, los criterios deben ser los de la prudencia, el respeto a los derechos de los demás y el sano criterio de sacar el mayor provecho posible de la pausa que casi todos realizan en sus actividades laborales cotidianas.
Además del autocontrol, es necesario que las autoridades a las que compete velar por la seguridad y el bienestar de las personas, redoblen su vigilancia para no lamentar hechos desagradables. La Policía Nacional, la Policía Caminera y los inspectores de la Dirección Nacional de Tránsito (Dinatrán) son los que deben cumplir a cabalidad su tarea de prevención y persuasión.
Ojalá esta Semana Santa transcurra dentro de la normalidad, sin que los excesos se presenten como el patrón de comportamiento de la mayoría. Eso dependerá del compromiso personal que cada uno asuma, para lograr un resultado que beneficie a todos.