18 dic. 2025

Por unas calzas ajustadas y una bola de pelos

Por Luis Bareiro

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La señorita embutida en una ajustada calza de gimnasio apareció en pantalla junto a la bola peluda y ruidosa del perro. Era un sábado de mañana. Vino a marcar y se fue. Después demostró su omnipresencia tirada en una playa brasileña sorbiendo con fruición su caipiriña mientras más de mil kilómetros al sur el registro digital de la Contraloría apuntaba mágicamente su ingreso a la misma hora.

Este diario dio cuenta del prodigio con profusión de pruebas, un fenómeno al que sumó más tarde una larga lista de trapisondas, todas a cuenta del dinero público.

Lo conocimos como “el escándalo de la secretaria vip” y generó tal indignación en una sociedad por lo general abúlica que terminó con la destitución e imputación del contralor, su pulposa secretaria y varios de los parientes e incondicionales de ambos.

Hasta entonces, sin embargo, la bronca colectiva solo había tenido proyección virtual. Nos rasgamos las vestiduras en las redes sociales, con los dedos crispados sobre el teclado, pero no más que eso.

La historia, empero, estaba por cambiar. Un grupo de estudiantes de colegios privados cruzó la cómoda línea del plagueo tuitero y armó lío papal en las calles pidiendo mejor educación para sus compatriotas menos afortunados, los que padecen la educación pública. Fue doble la sorpresa porque no solo mataron la modorra de la inercia social, lo hicieron defendiendo intereses que ni siquiera eran suyos.

Paralelamente, este diario empezó a publicar nuevos milagros del secretariado vip, esta vez de la cúpula de la universidad del Estado. Una puntillosa investigación dejó a la UNA impúdicamente desnuda, revelando un nivel de corrupción galopante.

Y por fin el gigante despertó. La juventud universitaria, la cantera revolucionaria natural de toda sociedad, reaccionó y lo hizo de manera ejemplar, iniciando lo que puede ser el mayor proceso de transformación de la educación terciaria de nuestra historia.

Decanos y directores renunciantes, renunciados, escrachados e imputados. Un rector preso, planilleros a la calle, una reforma estatutaria en ciernes.

De no creer. Parecemos suecos.

La UNA no se callaba todavía cuando se sumó al escándalo mediático la corrupción de los intendentes. Desfachatados, pornográficos y narcos. Su miseria recorrió la televisión y las tapas de los diarios. Y esta vez la masa tuitera llevó la indignación a las urnas propinándoles una paliza electoral. Ni la generosa billetera presidencial evitó la debacle.

De guinda, la sensación de impunidad criolla recibió un golpe internacional demoledor con el escándalo de la FIFA y el reparto de imputaciones a figuras hasta entonces intocables, y una patadita interesante a nivel local con la condena ejemplar a los vaciadores de la Cajubi.

Definitivamente, fue un gran año ciudadano. Redescubrimos nuestra propia fuerza. Falta un montón, es cierto, pero tengo la impresión de que los que se creían dueños monopólicos del poder nos miran ahora con otros ojos. Hay un ligero toque de miedo en la mirada; y eso es bueno, deliciosamente bueno.

Por eso, brindo por las calzas ajustadas y la bola de pelos con las que empezó todo.