24 abr. 2024

PLRA: La pata floja del bipartidismo

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Foto: Archivo UH.

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Las elecciones municipales son engañosas. Cada ciudad es un microcosmos con una realidad irrepetible. Mañana será difícil medir las fuerzas internas de la ANR, dado que en muchas localidades los dos principales movimientos acordaron cicatrizar heridas con candidatos comunes. Asunción será la excepción más significativa.

Las elecciones del Directorio del PLRA serán las más importantes de la jornada, pues ellas diseñarán el perfil que tendrá la oposición en el 2023. El enfrentamiento entre Efraín Alegre y Blas Llano domina el internismo liberal desde hace unos quince años. A Alegre le ha costado mantener en orden el campamento caníbal en el que se ha convertido su partido. Fue inflexible al denunciar lo que llama el poder de la mafia, atrayendo la munición gruesa de los medios del cartismo, fans declarados de Llano.

Tanto tiempo invirtió Efraín en su enfrentamiento con el llano-cartismo que desoyó las voces discordantes que surgían desde sectores internos que eran aliados. Tan intenso fue el desgajamiento que se quedó sin senadores propios. Pese a ello, Efraín Alegre conserva una respetable estructura partidaria que podría darle la victoria.

Si lo logra, será el candidato del PLRA a la presidencia en el 2023. Y, con justo derecho, reclamará encabezar una eventual alianza. Ha perdido en dos ocasiones, es cierto, pero la última vez, pese a un mentiroso encuesticidio planificado, quedó a solo 3% de Abdo.

Por el contrario, si gana Enrique Buzarquis, el verdadero vencedor será Llano. Con avezado pragmatismo, Blas canalizó en un tercero el malestar liberal con Alegre. Sabe que Buzarquis no pasará de allí; no tiene carrocería para ser candidato a la presidencia de la República. También sabe que él mismo no es electoralmente atractivo. Pero, sobre todo, sabe que la derrota de Alegre significará el fin del ciclo de su eterno enemigo interno.

En efecto, si gana Buzarquis, Efraín será descartado como candidato de la oposición y se abriría un escenario mucho más diverso de cara al 2023. Sería la coyuntura perfecta para pensar en un outsider liberal como Norman Harrison. Si eso ocurre, digámoslo de paso, Harrison hubiera preferido no haberlo tratado a Buzarquis de “idiota”, hace menos de tres meses.

Aunque con menos chances, la interna liberal tiene a otros dos candidatos. El ex senador Dionisio Amarilla, defenestrado por tráfico de influencias y acusado de hechos de corrupción, es el financista de una lista que encabeza Carlos Silva y que permitirá su vuelta al ruedo político. Y también se presenta el médico Herminio Ruiz Díaz, tal como lo hizo invariablemente en todas las elecciones del PLRA desde que tengo memoria. El Doctor Sevo’i jamás se dejó intimidar por la falta de votos.

El mosaico interno liberal es tan complicado que abruma a quien se proponga analizarlo. Hay seis listas para el Directorio, tres para la JLRA y una infinidad de disputas locales. Pero hay hechos meridianamente claros. Como que, esta vez, la pugna por la presidencia trasciende el partido y será determinante en la oferta electoral del arco opositor en el 2023. Y que, paradójicamente, esta elección refleja como ninguna otra, la inmensa distancia que hay entre las preocupaciones de los partidos políticos y las del ciudadano común. Los liberales, al igual que los colorados, culminaron una campaña electoral desteñida, repleta de candidatos poco confiables —algunos conocidos delincuentes— y desprovista de ideas, programas o debate ideológico.

La crisis de capital humano en la que están sumergidos los partidos políticos reduce la posibilidad del análisis a niveles primarios. Lo que los liberales en verdad deciden en las elecciones de mañana es la mayor o menor influencia que le otorgarán a Horacio Cartes en su vida interna. Parece decadente, pero es que hasta hoy el PLRA es la pata floja del atávico bipartidismo nacional. Esa que ni se arregla ni se rompe del todo.

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