Ver morir a las personas en un país que viene de la muerte es uno de los momentos más duros para cualquiera, pero más para nosotros, los paraguayos. Los números se han disparado y nos acercamos a contar 4 muertos por hora y a superar el número de óbitos diarios en los tiempos de la prepandemia.
Este colapso no es del sistema sanitario, que es solo su consecuencia, sino del “ancient regime” (el viejo Estado) corroído de corrupción y devorado de insensibilidad y chapucería. El mismo que no pudo reconocer las prioridades de la vida y colocó por delante el gasto socioambiental de las binacionales antes que salir a socorrer las compras de medicamentos de los parientes desahuciados de los enfermos de coronavirus. Los diputados colorados aceleraron la tumba de su agrupación política y trabajando a destajo cavaron la fosa donde han enterrado toda posibilidad de seguir gobernando. Asustados, los senadores retomaron el mismo proyecto rechazado en la Cámara Baja y lo aprobaron. En este país donde los perversos son más y ni vergüenza tienen no sabemos cómo concluirá este debate de gastar 100 millones de dólares en los enfermos del Covid antes que el pikivóley de los correlíes. El grado de desprecio a sus mandantes de los diputados es enorme. No les importa la gente y esta debe repudiarlos no en las urnas sino desde ahora. Apestan.
Los gastos son enormes y había dinero para enfrentar la pandemia. Mazzoleni sabía bien que era un pésimo administrador y en vez de pedir ayuda siguió con los mismos y ahora tenemos el resultado. Las inversiones en las fábricas de oxígeno no funcionan y perversamente el proveedor afirma que la directora del Hospital Nacional de Itauguá nunca “prendió la máquina para que ande”. No hemos visto que nadie le aplicara una bofetada jurídica y estoy seguro que, como Campos Cervera de Engineering, seguirá proveyendo al mismo Estado ladrón y cómplice obras sobrefacturadas y en mal estado. Hacer oxígeno solo requiere aire y electricidad. Ambas cosas las tenemos en abundancia pero el negocio no es ser austero ni eficiente, el llamado malgasto del Gobierno requiere importarlo para que más coman con el pérfido sistema de corrupción montado y que hoy mata a decenas de paraguayos. Es perverso todo esto que sabemos que no funciona para nosotros sino para una gavilla de tramposos que no descansa ni en pandemia. No les pidamos sensibilidad ni empatía a gente que no las tiene. No son capaces de ponerse en la piel de los miles de paraguayos que no pudieron ni velar a sus seres queridos y muchos fueron enterrados con nocturnidad y alevosía por culpa de los perversos que nos gobiernan. El programa de ayuda denominado Pytyvõ de medicamentos es otra muestra de todo lo perverso y trágico en este país y no puede funcionar nunca a favor del necesitado.
Esto no da más. Es imposible seguir con lo mismo creyendo que en algún momento las cosas cambiarán. Los perversos están dispuestos a medrar incluso sobre los cadáveres del Covid. Estarán pensando cómo seguir haciendo negocios con la parca mientras el dolor y el luto cubren el cielo de la patria. Estos perversos se mofan de nosotros para convertirse con sus acciones corruptas en los verdaderos criminales de los paraguayos junto al Covid.
Han humillado a los connacionales, se han mofado de ellos y no han priorizado la vida. Son los cómplices de la muerte y como los jinetes del apocalipsis cabalgan en medio del dolor, las lágrimas y la desgracia de este pueblo. Los perversos no pueden seguir, el daño que han hecho es inconmensurable y deben ser castigados ejemplarmente.