La aparición del nuevo coronavirus en China y su rápida expansión a nivel mundial sorprendieron a todo el mundo con la guardia baja y la única manera de enfrentarlo para minimizar la pérdida de vidas humanas fue decretando distintas formas de cuarentena para contener la velocidad de propagación del virus. Sin embargo, el costo económico de estas medidas sanitarias es altísimo, porque implica parar la producción de las empresas y como las personas no pueden trabajar, no generan ingresos y no pueden satisfacer sus necesidades más básicas de subsistencia. El costo económico crece exponencialmente con la duración de la cuarentena y en nuestro país se profundiza por la elevada informalidad y la gran precariedad de los servicios públicos.
Las fortalezas macroeconómicas que construimos en los últimos 17 años con importantes reformas y buena gestión de las finanzas públicas, que se resumen en una deuda pública que a fines del 2019 representaba el 22% del PIB (sin incluir los bonos emitidos para la capitalización del BCP) y algo similar en reservas internacionales netas en el Banco Central. Además, un sistema financiero capitalizado con elevadas reservas y liquidez y un endeudamiento de las empresas y personas que apenas alcanza un 38% del PIB. Estas fortalezas nos permiten enfrentar con solvencia los efectos económicos de las medidas sanitarias para enfrentar el coronavirus, a pesar de las vulnerabilidades y precariedades que tenemos a nivel de la microeconomía en los distintos sectores. Con decisiones sensatas de política económica nos permitirá salir bien parados, aunque más debilitados, para seguir avanzando en la senda de desarrollo económico.
Las medidas económicas adoptadas hasta ahora han sido razonables. Por un lado, el Estado está tomando financiamiento externo por aproximadamente un 5% del PIB para destinarlo a fortalecer los servicios de salud para enfrentar la pandemia, sostener el funcionamiento del aparato estatal considerando la caída en los ingresos tributarios y proveer ingresos de subsistencia para los segmentos más vulnerables de la población, trabajadores formales e informales y personas en situación de pobreza en todo el país. Por otro lado, el Banco Central ha arbitrado varias medidas regulatorias y de liquidez que han permitido al sistema financiero refinanciar sin intereses los vencimientos de préstamos durante los meses de la cuarentena y la AFD implementó urgentemente un Fondo de Garantía de Créditos para mipymes con el objetivo de sostener el acceso a créditos de este segmento de empresas fundamental en el funcionamiento de la economía, complementando el importante soporte que las empresas grandes están haciendo al extender los plazos de pagos en la cadena de comercialización de sus productos.
Todas estas medidas, a pesar de las dificultades en su implementación, están conteniendo la situación. Sin embargo, ahora es fundamental focalizarse en implementar medidas económicas adicionales para asegurar una recuperación económica lo más rápida posible. Según nuestras proyecciones, con un ritmo de inversiones públicas similar al año pasado y la apertura sanitaria gradual prevista, el PIB experimentará una caída de alrededor del 3% este año. Para evitar un círculo vicioso de baja actividad, alto desempleo y bajas expectativas, y asegurar una reactivación más rápida, es necesario un programa de inversiones públicas adicionales en proyectos de alto impacto en creación de empleos de aproximadamente 1% del PIB para este año y otro similar para el próximo año, financiado con emisión de deuda pública adicional. Una vez recuperado el ritmo de crecimiento potencial del PIB, tendremos que enfocarnos en realizar los ajustes necesarios para recuperar el equilibrio fiscal y las fortalezas macroeconómicas que nos permitan enfrentar la próxima crisis con la misma solvencia actual.