Debemos pedir perdón los paraguayos a este país que tiene todo para ser rico, próspero e igualitario pero se contenta con mantener la desigualdad, la pobreza y el atraso como blasón o herencia trágica. Somos apenas 7 millones de habitantes en un territorio del tamaño del Estado de California y casi como el de España. Perdón, porque seguimos hablando de la injusta distribución de tierra en uno de los países menos densamente poblados de América del Sur. El mismo donde más de dos millones de sus habitantes van a la cama todos los días sin haber probado un bocado, mientras el agronegocio da de comer a más de 60 millones de seres humanos con sus granos. No somos capaces de hacer la convivencia más pacífica e igualitaria. Creemos tontamente que esto es posible sostenerlo libre de conflictos sociales por un tiempo largo sin recordar la arenga que el presidente argentino Sarmiento les decía a los ricos ganaderos y productores agrícolas de su país en el siglo XIX: “Paguen impuestos pero háganlo por codicia no por solidaridad, porque si no lo hacen la brecha entre ustedes que tienen mucho y los muchos que no tienen nada, se llenará con la sangre vuestra. A ustedes se les secuestrará y a ustedes se les matará”. El estadista argentino que murió en Asunción, buscó sensibilizar a los ricos en un discurso fácilmente aplicable y verificable hoy entre nosotros.
Debemos pedir perdón porque teniendo tanta hidroenergía no hemos preparado una élite de abogados, ingenieros, economistas, financistas y empresarios dispuestos a invertir sus talentos y recursos para hacer del Paraguay una potencia en energía limpia y renovable. Algunos de nuestros ricos y corruptos se contentaron con la codicia de creer que era posible ganarse un 24% de interés en los dólares que colocaban en el esquema Ponzi recientemente descubierto. Tenemos en el exterior más de 4 mil millones de dólares de paraguayos que no creen en su país y casi pagan porque le guarden su dinero en bancos norteamericanos y europeos que finalmente son usados para apalancar el desarrollo y la riqueza de esas naciones.
Debemos pedir perdón por una generación perdida que no ha sido capaz de construir su épica y desalojar a los viejos operadores del poder desde la dictadura hasta ahora. No tenemos Boric entre nosotros. Lo de marzo de este año como el de 1999 se acabó en lo espasmódico y no tuvo continuidad como sí lo hicieron los chilenos el pasado domingo que lograron movilizar el voto joven de casi dos millones de ellos para construir un territorio de esperanzas renovadas en las viejas alamedas de Santiago y otras ciudades.
Perdón Paraguay porque no somos dignos de esta Nación de gente corajuda, resiliente, honesta y productiva en tiempos de guerra pero floja, perezosa, abúlica y conformista en tiempos de paz. Perdón por esta democracia agotada en lo ritual pero sin evangelio cívico y de compromiso.
Perdón Paraguay porque estamos llenos de gente que cree que somos la personificación de las tragedias griegas. Vivimos en la odisea de la sobrevivencia y en la Ilíada del eterno retorno a los lugares donde solo vemos corrupción, miseria y desgracia.
Perdón Paraguay, por haber hecho tan poco y contentarnos solo con sobrevivir. Te mereces mucho más que nuestra indiferencia. Perdón.