18 abr. 2024

Paz Encina y el sonido como génesis cinematográfica

Con Eami, su última película, Paz Encina nos expone a imágenes del universo Ayoreo; imágenes que apenas se mueven cuando se mueven; imágenes que a la vez marcan y representan ritmos muy distintos a los de nuestras máquinas, motores, ciudades, series y franquicias cinematográficas.

En este diálogo, sostenido en el marco de la Feria Internacional del Libro de Asunción 2022, hablamos con la directora acerca de esta obra, de las posibilidades alfabetizadoras del cine, de su proceso creativo y del papel del arte en el desigual intercambio entre los pueblos del Paraguay.

–En tu opinión, el audiovisual, el cine, ¿qué papel pueden jugar en la educación?

–El cine tiene varios fines: uno es divertir, pero no es el único. El otro es educar. En ese sentido, cuando hablo de educar me refiero a toda una alfabetización, porque nuestra alfabetización para empezar a ver una película es mayoritariamente americana, es algo a lo que estamos acostumbrados a ver, porque es lo que se nos enseña a ver. Pero creo que el cine también enseña a afinar la mirada para ver otras cosas, para mirar de otra manera las cosas. Pienso que eso también tiene que ver con una cuestión educativa: existen películas que están expresamente hechas para un fin así, pero creo que es un término que se puede ampliar en relación con educar la mirada. Y educar también el oído.

–Básicamente estás hablando de una educación propiamente en el plano primero estético, ¿verdad?

–No estoy segura de que estético sea el término. Siento que es una cuestión más existencial. Claro que, al hablarte de algo existencial, te hablo de algo mucho más abstracto; si te hablara de algo estético, te hablaría de algo más concreto. Pero pienso que es mucho más existencial, que tiene que ver prácticamente con una visión de donde me paro a mirar el mundo. Pienso que una película te enseña a mirar el mundo. Es un ejercicio demasiado fuerte de mirada, te dice qué tenés que mirar, cómo tenés que mirar. Yo igual no estoy muy a favor de ese tipo de cine, pero creo que el cine que te da un espacio te está dando también una amplitud de mirada, te está mostrando que existen miles de formas de mirar algo, y creo que eso también es una cuestión de educación. Educás la mirada cuando directamente al empezar a mirar abrís una trama y decís: esto puede tener miles de lecturas. Creo que es una forma de educación en la libertad también.

–En ese sentido, cuando se habla de una alfabetización en contexto de educación tradicional, la mirada que se tiene de la alfabetización es una alfabetización muy cerrada, tiene mucho que ver con el lenguaje escrito y hablado del castellano, en particular. ¿Te parece que existen otros tipos de alfabetizaciones que deben o pueden ser desarrolladas?

–Te voy a contar una experiencia propia. Mi primera alfabetización no fueron las letras, porque yo era muy pequeña, muy chiquitita, cuando mi mamá me manda con mis hermanas (yo tengo dos hermanas mayores) a estudiar guitarra clásica. Lo primero que aprendí a leer y a escribir son notas musicales, no letras. Y eso a mí –hoy, por ejemplo, que hago cine– me da la posibilidad de pensar en tiempos. Porque una corchea convive con una blanca y una blanca convive con una negra, y vos en la música te das cuenta de cuántos tiempos conviven cuando hay igual un compás al principio que marca cuál va a ser, como el ritmo general de la película. Eso me permitió saber que existe otro mundo para mí. Las cosas pueden ser pensadas y miradas de otra manera, a mí eso me dio otra estructura de pensamiento, es como si tuviera dos estructuras de pensamiento, y fue para mí muy importante. Ahora, cuando escribo un guion, nunca empiezo por la imagen, empiezo por el sonido.

–En esta última película que hiciste, Eami, el sonido es un elemento que está muy presente.

–Es que comencé a escribir por el sonido. Además, es un sonido que maneja los tiempos, porque es un documental mezclado con una ficción, lo que se podría llamar hoy un lenguaje híbrido. El sonido de lo que es la ficción se maneja en una capa temporal y el sonido documental en otra capa temporal. A su vez, el monte es otra capa temporal, entonces yo disfruto mucho empezando con el sonido. Además de que tuve dos personas muy grandes, muy importantes para mí trabajando con el sonido: fue Javier Umpierrez, un mexicano con el que hice el armado, y Carlos Cortés, con quien hice la mezcla del sonido. Carlos Cortés fue quien ganó el Oscar por Sound Of Metal, entonces tuve manos privilegiadas, sonidos privilegiados.

–Los sonidos de la naturaleza en general están muy presentes. Cuando te escucho hablar sobre el ritmo, a veces se tiene la idea de que los sonidos de la naturaleza no tienen un ritmo, como si fueran sonidos aleatorios. ¿Se encuentra un ritmo, un tiempo, en estos sonidos?

–Hay un sonido que para mí es la base de todo en Eami: el sonido del viento. Pero creo que hay insectos que se manejan casi como si fueran vectores, que tienen su propio ritmo, los pájaros también. Inclusive a veces hasta te responden, te contestan: yo creo que sí son cosas que son un propio vector, un propio tiempo, un propio ritmo.

–Entonces ahí estás manejando los tiempos de un documental, que suelen ser distintos a los de una obra de ficción. Además, hay una complejidad añadida de los tiempos humanos y los tiempos de la naturaleza, todo esto conjuntado en la película.

–Sí, para mí fue como un ejercicio de libertad que me tuve que dar, porque estamos educados para pensar en “género ficción”, “género documental”. Tuve que empezar a decir: no tengo que cerrarme a pensar (voy a trabajar esto o lo otro, tal sonido o tal sonido), sino decir lo que es mejor para una película. Voy a hacer una película. No estaba pensando: voy a hacer una ficción o voy a hacer un documental, o voy a trabajar un patrón temporal u otro. Era manejar un relato, algo mucho más entero es lo que intenté hacer con el guion.

–Esta perspectiva del sonido, del ritmo, del tiempo, sobre todo del sonido como un elemento central dentro de tu obra, de una manera contrasta con muchas de las personas que escriben, producen, hacen cine, donde hay un privilegio de la imagen y la imagen en movimiento. Incluso he llegado a escuchar opiniones de algunas personas en las cuales en una película, cuando el sonido es preponderante, de alguna manera es rechazada por parte de la comunidad. Quería preguntarte dónde ubicás tu obra dentro de ese espectro.

–Ahí podemos ir de vuelta a la palabra alfabetización. Se nos enseña a hacer un tipo de cine que es el cine dominante, el cine norteamericano. Ahora, si yo empezara a pensar: ¿Cómo es mi gente?, ¿cómo miramos nosotros?, ¿cuál es nuestro ritmo?, ¿cómo respiramos?, ¿cómo pensamos? Somos una población que venimos de una tradición indígena, hablamos una lengua indígena, nuestros tiempos son otros. Inclusive hablando en tiempos de frío/calor, nos condiciona muchísimo el calor. Todo eso somos nosotros, entonces para mí mostrar una historia paraguaya con un ritmo o un tiempo americano me hace muchísimo ruido, porque no somos así, es como usar una alfabetización o quizá también como una fórmula. Una sabe que ya hay algo que ya tiene una fórmula, es el cine americano que dice: a los dos minutos alguien tiene que morir, a los tres minutos tiene que haber sexo, a los cuatro minutos tiene que haber un asesinato. Es una fórmula que es la manera en la que se le enseñó a ver a mucha gente cine y que entonces medianamente va a funcionar. Pero ¿qué es lo que querés al hacer cine? ¿Contar tus historias o hacer algo que funcione? Es una decisión.

–Hablaste de lo que es la cultura indígena y de la presencia de lo indígena en el país. Las diferentes culturas indígenas son de una multiplicidad muy amplia, parecería que hay algunas de estas culturas que privilegian lo visual, otras lo auditivo, algunos la grafía, otras la palabra. ¿De que manera esto se puede utilizar como medio de comunicación entre diferentes pueblos?

–Creo que tenemos 19 comunidades indígenas, y son muy distintas unas de otras, cada una privilegia algo. Con los totobiegosode me llamó la atención, por ejemplo, que no se tocaban. Les pregunté ¿cómo se expresan el amor? Y me dijeron: con la palabra. Entonces imaginate lo que es la palabra en esa comunidad, y también lo que implica dar tu palabra en esta comunidad. Es todo. En un momento les pregunté qué era el amor para ellos y me dijeron: es lo que estamos haciendo nosotros mientras hablamos. Entonces imaginate la importancia de lo que puede ser la palabra y, por ende, el sonido para ellos. Y también se mueven dentro de un espectro que es el monte, donde la intuición prima mucho. Y al hablar de la intuición te hablo también mucho del oído, porque ellos saben exactamente dónde hay una víbora, se guían por el sonido. Entonces te dicen: vení más acá (y vos escuchás el sonido), vení más acá porque ahí hay una víbora, porque escuchan qué pájaro hay: se guían mucho por el sonido.

–La cultura dominante en el país viene de una tradición híbrida entre lo indígena y lo europeo, pero con una preponderancia muy fuerte de lo europeo; el contacto que ha habido con muchas de las comunidades indígenas ha sido violento en diferentes niveles: física, territorial y simbólicamente. También hubo abordajes que intentan hacer algún tipo de escucha científica o antropológica. Dentro de este diálogo, ¿qué te parece que puede aportar la mirada del artista o cuáles son algunos elementos que hayas encontrado y sientas que son importantes dentro de este diálogo?

–Una película no cambia el mundo. Lo que puede hacer una película es mostrar una problemática y una forma de vivir distinta, creo que es eso lo que los artistas podemos hacer. Me preguntaron mucho cómo me comuniqué con ellos, cómo fue mi vivencia con “el otro” y lo primero que pienso es que “el otro” es una idea colonizadora. Yo estaba tratando con seres humanos, no estaba pensando “es ayoreo, no es ayoreo”. Eso me saqué completamente. Y entablé una relación a partir de la sensibilidad: yo siento lo mismo que vos. Era básicamente eso, algo tan simple como eso, pero hizo que conectemos rápidamente. Creo que es eso lo que podemos hacer nosotros los artistas, presentar esa forma distinta de ver el mundo. Porque me preguntan mucho si la película es una fábula, pero no: es la cosmovisión ayoreo.

Sebastián Ortiz Chamorro

Especialista en Interacción Humano-Computador

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