En el mundo empresarial, es usado para indicar proyectos en etapa de desarrollo: “nuestro plan de márketing está verde todavía”. También tiene participación en el mundo financiero, como en “estos zapatos me costaron cien verdes”, o en otro orden de magnitud: “Juan perdió diez palos verdes especulando en la bolsa”, que nada tiene que ver con postes pintados.
Desde hace algunos años, el significado ha tomado un giro ambiental, referido a la protección de la naturaleza, y a la reducción de emisiones y la contaminación. También ha incursionado en la política, ya que en muchos países se han constituido partidos Verdes, cuyos seguidores priorizan lo ambiental. En varios países desarrollados los Verdes constituyen la tercera fuerza electoral.
Ningún científico jamás detectó color alguno en el gas hidrógeno. Sin embargo, en las últimas semanas ha sido noticia recurrente que grandes empresas están firmando acuerdos con la ANDE para montar plantas productoras de hidrógeno verde en el Paraguay. Es que, en este caso, se refiere al método de producción. Hidrógeno marrón es el más contaminante –ya que se produce utilizando carbón mineral– seguido del gris, producido con gas natural, azul, con gas natural, pero capturando y almacenando el dióxido de carbono resultante, y el hidrógeno verde, producido con energía eléctrica renovable como la hidroeléctrica, solar o eólica.
Los inversionistas consideran que las regulaciones dirigidas a mitigar el cambio climático irán poniendo cada vez mayores trabas al uso de combustibles fósiles y premiando la conversión a energías de fuente renovable. El gran atractivo del hidrógeno verde es que se lo ve como reemplazando a los derivados de petróleo como combustible para el transporte pesado o la aviación, donde el uso de baterías hoy es impracticable por el peso de estas.
En la producción de hidrógeno por electrólisis, el costo de la electricidad es el factor preponderante para la competitividad del producto, y la perspectiva de obtener energía eléctrica de fuente renovable a bajo costo en nuestro país constituye un atractivo irresistible. Por su lado, es posible que el Gobierno vea la producción a gran escala de hidrógeno verde como contribuyendo a la imagen verde del Paraguay, que se suma a nuestra reputación como país cuya energía eléctrica proviene de fuente renovable.
Aquí cabe una nota de prudencia, que ya fue remarcada en el estudio recientemente publicado por el grupo de analistas liderado por el economista Jeffrey Sachs, que dice en su introducción: “La realidad más preocupante es que la electricidad de origen renovable del país, cercana al 100%, sigue representando solo una proporción pequeña e insuficiente –el 17%– de la demanda final de energía de Paraguay, ocupando el tercer lugar después de la biomasa (43%) y los combustibles fósiles (40%) en 2019.”
Una política agresiva de sustitución de biomasa no renovable por energía eléctrica y de conversión del parque automotor a uno movido por electricidad cambiará sensiblemente nuestras previsiones de demanda eléctrica, y reducirá el tiempo durante el cual dispondremos de excedentes de bajo costo para destinar a la producción de hidrógeno.
Si realmente queremos dar lustre a nuestras credenciales verdes, más bien debemos emprender la engorrosa tarea de educación e incentivos para reemplazar la biomasa como fuente de energía y mejorar la eficiencia en el uso de la electricidad. Solo así llegaremos al verdadero Paraguay verde.