07 ago. 2025

Paraguay, estable o inestable

Desde hace muchos años todos repetimos con mucha seguridad que el Paraguay es, macroeconómicamente, uno de los países más estables de América Latina.

Tenemos una inflación baja y predecible, nuestro déficit fiscal también es bajo y limitado por la Ley de Responsabilidad Fiscal; nuestro endeudamiento es uno de los menores de la región y nuestra moneda –el guaraní– es una de las más antiguas del continente.

Esta certeza se me resquebrajó hace unos años en una conversación con Nicolás Eyzaguirre –ex ministro de Hacienda de Chile y ex director del FMI– cuando con mucha seguridad me dijo que el Paraguay no era un país estable macroeconómicamente, porque tenía una enorme volatilidad en el crecimiento de su producto interno bruto (PIB).

Solo a modo de ejemplo: en el año 2009 una fuerte sequía hizo que la producción de la soja se redujera a la mitad y la tasa de crecimiento de nuestro PIB fuera negativa en un 4%; sin embargo, al año siguiente, gracias a una buena lluvia, el PIB creció un 13,1%; dos años después, en el 2012, volvió a repetirse la misma situación con una caída del PIB del 1,2% y un nuevo rebote al año siguiente de un 14,2%.

Los empresarios y los consumidores tenemos que ser conscientes de esta gran volatilidad de nuestra economía y no deprimirnos cuando tenemos un año de caída..., pero tampoco ponernos eufóricos en los años de rebote.

Nuestra volatilidad se debe a la enorme dependencia que tiene nuestra economía del sector agrícola, que a su vez tiene una enorme dependencia del clima.

Para reducir esta volatilidad, este Gobierno y los próximos tendrán que mantener la prudencia en materia de política monetaria y fiscal, pero al mismo tiempo, tendrán que ser mucho más agresivos en cuanto a una política de estímulo al crecimiento de sectores menos volátiles, especialmente, del industrial.

Para poder absorber los impactos negativos de las caídas que se producen periódicamente, los empresarios y los consumidores de nuestro país debemos aprender a ser muy prudentes para invertir, para consumir y, sobre todo, para endeudarnos.

Cada vez hay que mirar con más atención el crecimiento “potencial” de nuestro PIB y no tanto las oscilaciones de cada año.

Por eso hace un mes, Dende dio a conocer tres estimaciones: el crecimiento potencial, el crecimiento para el 2019 y el crecimiento para el 2020 de nuestro producto interno bruto.

El crecimiento potencial del PIB –durante el boom de los commodities y con un precio promedio de la soja de USD 450 la tonelada– era del 5% anual; pero ahora con la soja a USD 330 la tonelada, nuestro potencial se ha reducido al 3,7% al año.

Eso es lo que podremos crecer “en promedio” en los próximos años, salvo que hagamos las reformas estructurales (Justicia, Previsional, Educación…), que desde hace tiempo se vienen reclamando.

Este crecimiento potencial es bueno comparado con Argentina y Brasil; sin embargo está lejos del 5% al que crecen los países emergentes y mucho más lejos aún del 6 y el 7% al que crecen países gigantescos como China e India.

Este año por causa de la sequía vamos a crecer 1,9%, es decir, por debajo del potencial; pero el año que viene –si la lluvia tiene un régimen normal–, vamos a crecer un 4,7%, por encima del potencial.

Tenía razón Nicolás Eyzaguirre al afirmar que el Paraguay tenía una economía inestable debido a la volatilidad en nuestro crecimiento y esa volatilidad solamente podrá reducirse si diversificamos nuestra economía y, especialmente, si aceleramos nuestro proceso de industrialización.

Mientras todo siga igual, todos debemos ser muy prudentes, tanto para invertir como para consumir y, sobre todo, prudentes en nuestras expectativas.