Las piruetas del genial Silvio Pettirossi, a bordo de su emblemático Deperdussin T, maravillaron en varios rincones del mundo durante los primeros años del siglo XX. En una competencia ecuménica llegó a vencer al contendiente estadounidense Art Smith, en su propio país. El pionero de la aviación paraguaya se ganó la admiración de propios y extraños; hasta el punto de que le ofrecieron dirigir la Escuela de Aviación de Brasil (oferta que terminó rechazando), entre otras distinciones.
El primer bombardeo aéreo de Latinoamérica lo registró Paraguay en la Guerra del Chaco, gracias a las osadas incursiones de Ramón Martino y Job Von Zastrow. El estratégico ataque de 1934 no solo llenó de gloria a la Aviación Naval Paraguaya, sino que se convirtió en un golpe anímico clave contra las fuerzas bolivianas.
Pero el sector aeronáutico nacional no es solo pasado. En la actualidad, los profesionales formados en el país son contratados por empresas internacionales para desempeñarse como pilotos y como tripulantes de cabina. Tras 27 años pilotando aeronaves en cielos guaraníes, Pablo Garriga será el primer paraguayo comandante en la prestigiosa Emirates, mientras otros cuatro copilotos compatriotas están sumando horas de vuelo para llegar al máximo puesto de la mencionada aerolínea. En el mercado aerocomercial sudamericano se contabilizan alrededor de 60 pilotos y 100 tripulantes connacionales trabajando.
La aviación nacional, tanto civil como militar, está repleta de gloria, y hasta podría rotularse como justicia poética; dada la condición de mediterraneidad que sufre Paraguay, hecho que siempre le ha dificultado su integración económica con las demás naciones del mundo.
Por tal motivo, haciendo honor a su historia, la aeronáutica paraguaya precisa que el Estado le vuelva a otorgar la relevancia que se merece, empezando por sus puertas de entrada. El aeropuerto internacional que lleva el nombre de nuestro máximo piloto ya no puede continuar en la deplorable situación actual. Si bien la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil (Dinac) oficializó el inicio de la ampliación de la estructura de la antigua estación aérea, lo que se precisa es una nueva y moderna terminal. Sin embargo, ya no se puede recurrir a la desprolijidad con la que se pretendía encarar la APP en el Gobierno anterior. El proceso debe ser transparente. Pero la necesidad de infraestructura aérea no termina ahí. Las mejoras en el aeropuerto Guaraní, de Minga Guazú, también se hace imperiosa, así como el reflote del proyecto de Mariscal Estigarribia.
Hace más de dos años está completamente invadido el aeródromo Nicolás Bo de Chaco’i. En el pasado, este predio servía de entrenamiento para pilotos y paracaidistas. Además, se encuentra a solo cinco minutos de vuelo del Silvio Pettirossi, lo que lo convierte en una terminal estratégica, en caso de alguna emergencia. No obstante, el Ministerio de Defensa (dueño del inmueble) poco ha hecho para recuperar el lugar, mientras que decenas de familias se han instalado y hasta levantado casas de material sobre la misma pista de decolaje/aterrizaje. Las influencias políticas nuevamente están presentes detrás de esta situación.
FORMAR PERSONAL. Los emprendimientos aeronáuticos figuran entre los más riesgosos y costosos de todos. Por ende, no es de extrañar que la formación de un piloto demande una importante inversión, considerando los años que necesita para desarrollar su pericia y acumular las horas de vuelo. Los aviadores indican que el aspecto económico es uno de los principales obstáculos durante su preparación. Sería de gran ayuda que el sistema financiero (bancos, financieras, cooperativas) tenga un producto especial para este rubro.
El sueño de que Paraguay sea un hub latinoamericano, como hace tanto se anhela, es posible, aunque requiere el compromiso real de las autoridades de turno y la participación del sector privado.