05 jul. 2025

Padre Nuestro

Hoy meditamos el Evangelio según San Lucas 11,1-13.… La oración es un diálogo familiar, lleno de confianza, ternura y esperanza; es una conversación ininterrumpida con Padre, en el Hijo, por el Espíritu Santo.

A san Josemaría le conmovía la escena que nos narra este pasaje del Evangelio: “Jesús convive con sus discípulos, los conoce, contesta a sus preguntas, resuelve sus dudas. Es sí, el Rabbí, el Maestro que habla con autoridad, el Mesías enviado de Dios. Pero es a la vez asequible, cercano. Un día Jesús se retira en oración; los discípulos se encontraban cerca, quizá mirándole e intentando adivinar sus palabras. Cuando Jesús vuelve, uno de ellos pregunta: Domine, doce nos orare, sicut docuit et Ioannes discipulos suos; enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos”[1]. ¿Cómo se notaría la intensidad de la oración de Jesús que los discípulos se sienten atraídos, pero no quieren molestar?

Jesús responde con naturalidad, enseñándoles a unirse a su oración: “Cuando oréis, decid: Padre Nuestro, Santificado sea tu Nombre, venga tu Reino” (v. 2). Lo primero, es dirigirse a Dios como “Padre” porque somos hijos de Dios. La consideración de nuestra filiación divina establece el tono apropiado a la oración, que no es otra cosa que un diálogo confiado de un hijo con un padre que lo ama con ternura.

Jesús, el Hijo que habla con su Padre, comparte con sus discípulos y con nosotros, los sentimientos que lleva en lo más profundo de su corazón y que son el tema de su oración y de la nuestra. Primero, “Santificado sea tu Nombre”. Dios no necesita que se lo recordemos, pero a nosotros nos viene muy bien reconocerlo, para no olvidarnos de donde está la fuente y el origen de toda santidad. Después añade “venga tu Reino”, esto es, el deseo de que Dios reine en todas las almas, que sean felices y se salven.

Sugiere realizar tres peticiones. Primero: “Sigue dándonos cada día nuestro pan cotidiano” (v. 3). Solicitamos a Dios el alimento diario de cada jornada. Los Santos Padres han visto en el pan que se pide aquí no solo el alimento material, sino también la Eucaristía, sin la cual no podemos vivir como verdaderos cristianos. En la segunda petición, “perdónanos nuestros pecados, puesto que también nosotros perdonamos a todo el que nos debe” (v. 4), imploramos que descargue nuestra conciencia de todo lo que la oprime. Por último, Jesús nos sugiere pedir a Dios que no nos ponga en tentación.

(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-es/gospel/2022-07-2).