29 mar. 2024

Ojalá exista el infierno

Brigitte Colmán - @lakolman

El otro día leí en el Twitter que alguien escribió “Ojalá exista el infierno”. Un deseo que apuntaba a que el averno sería una linda y justa condena para los cientos de miles de abusadores de niños, por parte de sacerdotes católicos, alrededor del mundo.

Lamentablemente, en el Paraguay también tenemos casos que suman a la infamia que supone a adultos violando a niños. Si a esta ecuación sumamos el hecho de que el violador es un sacerdote, la dimensión del delito crece exponencialmente.

Exactamente ese es el caso del sacerdote Félix Miranda, que fue condenado a tan solo dos años de cárcel por haber abusado sexualmente de un adolescente de 13.

El monstruo, como todos sabemos, no fue a prisión porque un tribunal, constituido por jueces indiferentes al dolor de un niño que fue violado, le condenó a donar 5 millones de guaraníes a un hospital.

Ahí terminó el caso y comenzó la impunidad.

Pero la gente de Iglesia no es la única que anda quebrando mandatos. También están esos desgraciados que golpean, abusan sicológica y físicamente de sus hijos, hijastros, sobrinos o vecinos. Estos miserables viven en el entorno de la víctima, lo que les permite abusar de ellas y con amenazas las mantienen aterrorizadas.

Qué se supone que puede hacer o sentir un niño pequeño cuando es violado por la persona adulta cuya función en la vida es precisamente hacer lo contrario: debería cuidarlo.

Cuánto valor va a necesitar ese niño para contar las vejaciones, cuánta fuerza va a necesitar ese niño para querer seguir creciendo, para seguir viviendo en un mundo de mierda donde tu papá te viola y, a veces, con el consentimiento de tu propia mamá.

Los datos. El domingo pasado ÚH publicó datos verdaderamente espeluznantes.

Solo hasta este año, el Hospital Pediátrico Acosta Ñu atendió a 337 pacientes maltratados. De esta cifra, 90 correspondieron a víctimas de abuso sexual.

Desde el 2001, el centro asistencial lleva adelante un sistema de monitoreo de maltrato infantil. En total, contabilizaron 5.579 casos hasta este año. El año pasado, la cifra estuvo cercana a los 600.

Los profesionales señalaron que en el 90% de los casos, el responsable del hecho está dentro de la casa. De terror. Si en su propia casa, con sus padres, hermanitos y parientes en general no está seguro un niño, entonces dónde.

Pero esto no es todo, hay más cifras y son muy terribles: en el 2017, solo a través del servicio 147 se reportaron 2.249 denuncias de abuso infantil; y aunque sin datos exactos, los profesionales conocen casos de niños de entre 10 y 14 años que fueron abusados y por eso intentaron cometer suicidio.

Para las víctimas de los pedófilos, violadores, golpeadores y abusones en general pedimos justicia, aquí en la tierra, ahora mismo.

Pero por las dudas si llegan a aparecer más jueces benevolentes con los victimarios, que los envían a sus casas para que sigan sus vidas después de haber destruido la vida de un niñito, para esos casos de tan paraguaya impunidad es que necesitamos que exista el infierno.

Por eso, ojalá exista el infierno y en él los violadores y los pedófilos conozcan todos y cada uno de los tormentos de los círculos del infierno que Dante describió con tanta elocuencia.

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