Por Sofía Masi y Andrés Colmán Gutiérrez
CIUDAD DEL ESTE
El club se llamaba El Castillo, en el distrito de El Rebolledo, en la ciudad de Alicante, España, pero mucho antes de ingresar la paraguaya Estela Santander ya se había dado cuenta de que era un prostíbulo, uno de los numerosos lugares nocturnos en donde son mantenidas mujeres llevadas por una red de trata y prostitución desde países de Europa del Este y América Latina. Muchas de ellas proceden de Paraguay.
Según la primera parte del relato de Estela, publicada en nuestra edición de la víspera, ella fue llevada desde Ciudad del Este hasta España, con promesas de obtener empleo doméstico.
El primer contacto lo hizo la paraguaya Marta del Socorro Ortiz López, ex cuñada suya, quien reside en Alicante con su concubino, el español Joaquín Morsillo.
La mujer sostiene que quien organizó y pagó el viaje fue el abogado Crispín Villalba, a través de la agencia Master, Viajes y Turismo, de CDE, haciéndole firmar un pagaré por 24 millones de guaraníes como garantía. Ella viajó el 24 de noviembre de 2008, en el vuelo JJ3558 de TAM, desde Foz de Yguazú hasta Roma, e ingresó en autobús rentado a España, junto a otros 43 paraguayos que presuntamente iban en excursión de turismo.
En la estación de Alicante, la recibió el español Joaquín Morsillo, quien la llevó al club El Castillo.
“En el camino me fue explicando que no había forma de conseguir otro trabajo y tenía que quedarme en ese club, que iba a ser solo por unos días hasta conseguir algo mejor. Me entregó una bolsa con ropa interior, zapatos, preservativos, crema de lavado vaginal, etcétera. Me dijo que entre y pregunte por Miguel, que ya estaba todo arreglado. Yo no sabía qué decir, no sabía qué hacer y le obedecí”, recuerda Estela.
PROPUESTAS DE SEXO. Dentro del club, Miguel, el gerente, la recibió y le preguntó si quería empezar a trabajar esa misma noche. “Se me ocurrió decirle que estaba muy cansada del largo viaje, y si por favor me podía dejar descansar primero. Me llevó a una habitación, donde estaba una chica brasileña. Esa noche, ella me contó cómo era el negocio, que teníamos que estar en el club desde las 17 para atender a los clientes, y que si estos querían sexo les teníamos que llevar a la habitación”, refiere.
Al día siguiente, el gerente le dijo a Estela que ya estaba adeudando 65 euros por el alquiler de la habitación, y que debía empezar a trabajar para poder pagarlo. “Desde esa tarde comencé a atender en el club con las otras chicas, la mayoría eran de nacionalidad rumana, casi todas rubias. No había muchos clientes en esa época, y me salvé de tener que trabajar”, alega.
Al cabo de una semana, su ex cuñada Marta del Socorro la llamó por teléfono, y ella le pidió ayuda para que la saque del lugar. “Me dijo que tenga paciencia, que busque trabajar con buenos clientes para juntar dinero y poder pagar la deuda, porque de otra manera no iba a poder salir de ese sitio”, cuenta.
AMENAZAS. Estela no quiere recordar muchos detalles de lo que era la vida cotidiana en el prostíbulo español. Por momentos da la impresión de que los recuerdos la hieren, pero en otro instante necesita expiarlos. “Nos daban un vale para tomar una copa gratis al empezar, que según las chicas tenía droga. Yo nunca tomé. Allí adentro corría bastante la droga y muchas chicas eran viciadas”, cuenta.
A los 15 días, la volvió a llamar Marta y le propuso llevarla a otro club llamado Granada. Dice que vinieron a buscarla con Joaquín, y durante el trayecto ella les pidió que ya no la dejaran trabajar en el local, que quería buscar otro empleo más digno. “Allí el español me amenazó diciéndome que había una mafia detrás de todo eso, y que si yo no trabajaba para pagar la deuda, me iban a liquidar”, narra.
Finalmente, la llevaron a otro club llamado Pipo’s, del cual conserva la tarjeta y los vales, ubicado en Carretera Nacional 340, kilómetro 694, de Alicante. Cuenta que allí trabajaba todo el día, y cada cliente debía pagar 50 euros por un promedio de media hora de compañía en la habitación.
“En esa época no había muchos clientes, y no podía juntar el dinero necesario para pagar la deuda que Marta y Joaquín pasaban todas las semanas a cobrar. Entonces, Joaquín me propuso vender cocaína dentro del local, pero yo rechacé; me dio mucho miedo”, relata.
PERSONAS SOLIDARIAS LA AYUDARON A ESCAPAR
Estela Santander agradece que, en medio de todo el infierno en que fue su vida, ella logró encontrar a personas generosas que la ayudaron a salir del club nocturno donde era explotada.
“Por suerte pude encontrar a unos clientes que se compadecieron de mi situación y me ayudaron con dinero para pagar toda la deuda que tenía en el local, y así poder salir. El 20 de febrero de 2009 pude pagar todo y salir del club. Estos buenos amigos españoles me llevaron a un departamento, en Orihuela (Alicante), junto a una señora, donde me pude quedar”, recuerda.
Durante algunos meses, ella trabajó como empleada doméstica con la mujer que la recibió en su casa, mientras Marta del Socorro y su concubino la buscaban afanosamente.
“El 23 de abril de 2009, mientras yo estaba escondida de la pareja en España, el abogado Crispín Villalba se fue hasta la casa de mi mamá en Ciudad del Este y amenazó que si yo no aparecía a pagar la deuda del pagaré, iba a hacer desaparecer a uno de mis hermanos”, relata.
Finalmente, con el apoyo de organizaciones internacionales que apoyan a víctimas de trata, ella pudo retornar al Paraguay y desde entonces intenta rehacer su vida, pero la sobra de todo lo que sucedió la acecha como una maldición siniestra.
“Hice una denuncia en España y otra en Paraguay, pero sinceramente confío más en la Justicia española que en la de mi país. Aquí la investigación no avanza, la Fiscalía nunca tomó en serio mi caso, y las personas que me llevaron siguen trabajando tranquilamente, llevando más mujeres como yo bajo engaño. Lo más terrible es que mi propia hermana menor fue víctima antes que yo; ella pudo escapar y volver, pero nunca dijo nada por vergüenza. En España supe que ella estuvo en la misma habitación del prostíbulo donde estuve yo”, dice Estela Santander.