28 mar. 2024

No hay espacio para la duda: En dictadura no se vivía mejor

La desafortunada declaración del candidato colorado a la presidencia de la República sobre las más de tres décadas de gestión del dictador Alfredo Stroessner suscitó una enérgica reacción ciudadana. Algunos sectores señalaron los escasos avances en materia social, otros el manejo discrecional de la economía y, por supuesto, dada la crueldad del régimen no faltaron las alusiones a la represión política y a la ausencia de democracia. La recuperación de la memoria es fundamental para una sociedad que quiere avanzar hacia el futuro.

Paraguay quiere transitar por el camino del desarrollo en su más amplia concepción, por lo que debe ser consciente de que tal como se vivía en la dictadura estábamos muy lejos de cualquier aspiración de bienestar y democracia. La muy desatinada declaración del candidato a la presidencia de la República por el Partido Colorado, acerca de los 35 años de gestión del dictador Alfredo Stroessner, sin dudas mereció la enérgica reacción ciudadana.

En pleno transcurrir del siglo XXI, ya no hay espacio para el debate sobre lo que las sociedades entienden como desarrollo. Es inconcebible pensar en el mismo sin considerar variables básicas como el empleo, los ingresos, la salud, la educación, la participación social y política y el respeto al ambiente.

Desde esta perspectiva, la democracia no se reduce al voto sino que se concibe como un conjunto de valores sobre los que deben cimentarse todas las decisiones de política pública. Las diferencias que se traducen en desigualdades económicas, sociales y políticas constituyen un obstáculo para el crecimiento económico y para el desarrollo.

El fin del gobierno de Stroessner mantuvo al país sumido en el analfabetismo, la pobreza y altas tasas de mortalidad. La respuesta al descontento social fue la represión para la mayoría y el establecimiento de privilegios económicos para élites militares, policiales y económicas para sostener el régimen. La corrupción es el precio de la paz, habría dicho el propio dictador.

Durante la primera década de la transición a la democracia se ampliaron derechos civiles y políticos y solo posteriormente, iniciando el siglo XXI, se iniciaron los avances en los derechos económicos y sociales aunque a un ritmo relativamente lento para las expectativas ciudadanas y en comparación con el resto de la región.

En el Paraguay todavía queda mucho camino por andar.

Un millón y medio de pobres, embarazo adolescente, mortalidad materna e infantil persistentes, niños y niñas que trabajan, jóvenes sin empleo, adultos con trabajos precarios, campesinos sin tierra o produciendo para subsistir, tierras malhabidas sin recuperar, sistema tributario injusto e ineficiente y avance del narcotráfico nos dicen que no debemos decaer en el esfuerzo.

Paraguay ha sabido establecer reglas claras en materia económica, social y política durante la transición a la democracia, tenemos leyes e instituciones, hay mucha gente honesta y capaz para ocupar cargos públicos.

De ninguna manera es necesario retrotraernos a un pasado oscuro para recuperar supuestas lecciones aprendidas o buenas prácticas.

Podemos avanzar hacia el desarrollo haciendo las cosas bien y en el marco de la convivencia democrática.

El éxito en el desarrollo de muchos países muestra que es posible dar pasos en el que convergen los objetivos del crecimiento económico, de la calidad de vida para la mayoría, del respeto al ambiente y de la participación social y política.

El estronismo nos dejó como legado una estructura económica y política que beneficia a grupos minoritarios a costa del bienestar del resto de la población y con costos altísimos en términos de la convivencia pacífica y de los derechos civiles y políticos.

Esa herencia despreciable en términos de corrupción y acumulación de desigualdades estructurales hasta hoy nos cuesta superar por el fuerte arraigo que tomaron durante esas décadas. Mirar hacia adelante significa tomar conciencia del pasado para no repetir errores.

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