25 abr. 2024

No dejar que mueran las ollas populares que salvan vidas

La Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) ya no tiene presupuesto para seguir ayudando a unas 450 ollas populares para pobladores del Bañado Sur y el Departamento Central, cuya existencia sigue siendo vital para alimentar a tantas familias humildes, afectadas por la crisis económica en el contexto de la pandemia de Covid-19. Numerosas historias y testimonios avalan cómo estas iniciativas, en gran medida organizadas por vecinos también humildes, han permitido que miles de familias puedan tener un plato de comida tras quedar sin fuentes de subsistencia. La grave situación del coronavirus aún está lejos de terminar, a pesar de un notable descenso en el número de fallecimientos. No es el momento de dejar que mueran las ollas populares que salvan vidas. El Gobierno y los legisladores tienen la obligación de encontrar recursos.

Cuando la crisis sanitaria del Covid-19 se convirtió muy pronto también en crisis política, dejando a miles de familias sin ocupaciones y medios de subsistencia, la acción de algunos vecinos solidarios, que empezaron a recolectar víveres y alimentos para preparar comida en forma colectiva, en enormes ollas, permitió que quienes quedaron desamparados puedan al menos tener un plato de comida al día.

Las ollas populares fueron una extraordinaria respuesta, que desde el principio de la pandemia ayudó a amortiguar la falta de respuesta del Gobierno a los más pobres, ya que los escasos subsidios y programas de ayuda resultaban totalmente insuficientes.

Son numerosos los testimonios y las historias de cómo grupos de mujeres de barrios, principalmente, recolectaban aportes y se juntaban en algún espacio comunitario a preparar las masivas tallarinadas o los sabrosos guisos y pucheros en enormes recipientes sobre braseros o fogones, que luego eran servidos a los pobladores, que formaban animadas filas para acceder al pan de cada día.

Muy pronto los aportes voluntarios se volvieron también escasos y se empezó a consolidar una red más sistemática, con los víveres y los aportes que proveía la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN). Lo que en principio nació como una respuesta espontánea ante la problemática social, se convirtió en una red institucional muy valiosa e importante.

Ahora, sin embargo, esta experiencia vital está bajo seria amenaza de cortarse. El ministro de la SEN, Joaquín Roa, explicó que hace 15 días terminaron los insumos y que ya no tienen presupuesto. Los fondos con los que contaban eran de la Ley 6603 y que durante meses proveyeron asistencias a 450 ollas populares registradas, que representan unas 200 familias, utilizando los G. 15.000 millones que tenían disponibles.

Esta situación ha creado mucha angustia a quienes vienen trabajando en la red de ollas populares, principalmente en los bañados de Asunción, donde se concentran las zonas pobladas más vulnerables. El lunes, una gran cantidad de personas salieron a manifestarse, cerrando la avenida Félix Bogado, de la capital, para llamar la atención sobre lo que consideran constituirá un nuevo drama social.

A pesar de un notable descenso en el número de fallecimientos por Coid-19, la grave situación del coronavirus aún está lejos de terminar. El número de contagios sigue siendo alto, la mayoría de los hospitales continúan saturados y muchas actividades laborales y económicas, especialmente las que se relacionan al sector informal, no se han podido recuperar en los niveles en que se sostenían antes de la pandemia. Muchos hogares pobres siguen dependiendo dramáticamente de un plato de comida en los comedores y en los espacios solidarios.

No es el momento de dejar que mueran las ollas populares que salvan vidas. El Gobierno y los legisladores tienen la obligación y la responsabilidad de encontrar recursos para seguir manteniendo este recurso de sobrevivencia ciudadano. Porque como sabemos, ante la crisis y la desprotección del pueblo lo que nos sostiene es la solidaridad.

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