“Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro” (v.2): es una confesión, hasta cierto punto. “Porque nadie puede realizar los signos que tú realizas, si Dios no está con él” (v.2). Y se para. Se para antes del “por tanto”. Si digo esto... por tanto... Y Jesús respondió. Respondió misteriosamente, como no se lo esperaba Nicodemo. Respondió con esa figura del nacimiento: “si uno no nace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios” (v. 3). Y Nicodemo, se siente confundido, no entiende y toma ad litteram la respuesta de Jesús: pero ¿cómo puede uno nacer si es un adulto, una persona mayor?” (cf. v. 4). Nacer de lo alto, nacer del Espíritu. Es el salto que debe dar la confesión de Nicodemo y él no sabe cómo hacerlo. Porque el Espíritu es imprevisible. La definición del Espíritu que Jesús da aquí es interesante: “El viento sopla donde quiere, y oyes su rumor, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que nace del Espíritu” (v. 8), es decir, libre. Una persona que se deja llevar de una parte a otra por el Espíritu Santo: esta es la libertad del Espíritu. Y quienquiera que haga esto es una persona dócil, y aquí estamos hablando de la docilidad al Espíritu.
Ser cristiano no es solo cumplir los mandamientos: hay que cumplirlos, eso es cierto; pero si te detienes ahí, no eres un buen cristiano. Ser un buen cristiano es dejar que el Espíritu entre en ti y te lleve, te lleve donde quiera. En nuestra vida cristiana muchas veces nos detenemos, como Nicodemo, ante el “por tanto”, no sabemos qué paso dar, no sabemos cómo hacerlo o no tenemos la confianza en Dios para dar este paso y dejar entrar al Espíritu. Nacer de nuevo es dejar que el Espíritu entre en nosotros y que sea el Espíritu quien me guíe y no yo y aquí: libre, con esta libertad del Espíritu que nunca sabrás dónde acabarás.
(Frases extractadas de http://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2020/documents/papa-francesco-cotidie_20200420_ladocilita-allospirito.html)