13 may. 2024

Miopía agrícola

“Si la educación era prioridad en mi distrito, ya se iba abrir alguna universidad pública o iban (las autoridades) a buscar la forma de acercar a la juventud hasta la facultad. ¿Es necesario que los jóvenes campesinos vengan hasta Asunción para estudiar?”, fue la pregunta que lanzó Emiliano González, dirigente de la organización Juventud Paraguay Pyahurã (JPP).

Aunque parezca increíble que un país cuya principal fuerza económica tiene como base la agricultura, la interpelación de los trabajadores del campo solo recibe el silencio como respuesta por parte de los gobiernos de turno.

Desde la organización JPP cuestionan la falta de planificación por parte del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).

Aseguran que sembrar mandioca, algodón, tomate, locote o lechuga no tiene precio ni mercado.

Pero no son solo críticas las que lanzan, sino que proponen soluciones para empezar a construir un futuro mejor para quienes nacieron y trabajan en el campo.

Uno de los planteamientos es la implementación de un plan con base en un calendario que, a la vez, les permita a todos poder ubicar sus productos.

Para ello, sugieren que se delimite por zona qué fruta o verdura es apta para cosechar, y saber a qué mercados pueden acceder para colocarlos. Esto, debido a que una importante cantidad de cosecha se pierde todos los años debido a la falta de acompañamiento de las instituciones en la venta de sus productos.

Otra problemática está relacionada con carencias y malas condiciones en el ámbito laboral.

Según Benicia Chávez, otra de las dirigentes de la JPP, se encuentran en condiciones de inestabilidad, sin ganar el sueldo mínimo, laboran más de ocho horas, sin aporte a la jubilación y sin seguro social.

Por ello, criticó enfáticamente la intención de imponer el servicio militar cuando existen problemas muy profundos y graves en la educación y el trabajo para los miles de jóvenes sin tierras.

Mientras los jóvenes campesinos tienen claro el panorama sobre las necesidades y lo que hace falta para solucionarlos, el Estado sigue siendo un ente ausente.

Los gobiernos que van sucediéndose parecen no darle importancia a la situación en el campo. Utilizan a los campesinos en época de elecciones, y los olvidan tan pronto termina la contienda electoral, sin notar que mientras siguen con su ceguera las carencias carcomen día a día a una gran parte de la población.

La falta de una política agrícola que ataque los males de raíz y presente soluciones a corto, mediano y largo plazos, obliga a los jóvenes a migrar hacia la capital, provocando el aumento del cinturón de pobreza en las zonas urbanas.

Es necesario centrar la mirada en las soluciones para el campo. Para ello, se debe dejar de lado la miopía concentrada únicamente en promover el servicio militar como opción, y comenzar a plantear y divulgar propuestas serias para dignificar el trabajo juvenil en el campo.

Los jóvenes necesitan mayor capacitación enfocada en el sector agrícola, que les permita continuar al lado de sus familias y ayudar a contribuir con la economía rural de manera más efectiva.

Es hora de acabar con promesas, y comenzar a trabajar en planes concretos. Únicamente, así la distribución de la riqueza llegará a todos los hogares del país.

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