Últimamente también nos avergonzamos de algunos colegas empresarios, sobre todo de aquellos que evaden sus obligaciones patronales, (30% según datos de la SET) porcentaje que coincide con la evasión del impuesto al valor agregado (IVA).
El empresario es un emprendedor nato, tiene recursos, creatividad, conocimiento del negocio, y sabemos que en esta pandemia dolorosa ha despedido a muchos colaboradores, en vez de buscar soluciones. Somos emprendedores por definición, hemos adquirido muchas herramientas, conocemos el mercado y siempre nos surgen ideas para revertir cualquier situación. Si el temor nos paraliza, convoquemos a los líderes, nos aportarán ideas para evitar despidos, y así, no trasladar la crisis a los hogares.
Según los últimos informes el 30% de la población no paga impuestos, tampoco pide factura, y así colabora con los evasores y los contrabandistas, dando la espalda a nuestros compatriotas.
También nos avergüenzan algunos funcionarios públicos de conducta inapropiada y deshonesta. Perciben sin trabajar ni aportar al país, buscan favorecer a los miembros de su familia para cargos que ni siquiera asumen, pero cobran… y ¡muy bien!
Esta situación de pandemia puso en evidencia a un grupo de funcionarios y empresarios que han perdido completamente la vergüenza; no tienen el más mínimo pudor para acaparar beneficios inmorales e ilegales a costa del bienestar de sus compatriotas.
Es necesario dimensionar el altísimo costo de la deshonestidad. No nos referimos solamente al robo desvergonzado de dinero y bienes públicos, sino también al desempeño negligente de funcionarios incompetentes y empresarios que trabajan bajo la ley.
No quiero poner a todos en la misma bolsa, sé de empresas que lo están haciendo bien, a pesar de la disminución de las ventas, protegiendo a sus colaboradores, algunas incluso han solicitado a sus accionistas el sacrificio de no pagar dividendos del ejercicio 2019 para enfrentar esta situación y proteger a la empresa que debe invertir y seguir creciendo. Ella es el mayor bien y como suelo repetir “la que nos da de comer a todos”.
Ante la crisis, nuestro país y las empresas necesitan reinventarse, para seguir sosteniendo los negocios y ser competentes en el mercado nacional e internacional.
Los dones y talentos que recibimos son para servir. Les aseguro que hacer las cosas bien, nos permite dormir como angelitos, con la alegría de cerrar un día lleno de gratitud a Dios y de los que nos ven luchar para sostener sus empleos.