Antorchas, bocinas, alegría y devoción marcaron el cierre de la celebración a la Virgen María Auxiliadora.
Desde hace dos días, pareciera que el clima decidió dar una tregua entre la lluvia y el frío. Para conocer el final de la fiesta mariana, un radiante sol y una tarde cálida se sumaron al jolgorio de decenas de personas que fueron hasta el Santuario de María Auxiliadora.
Alrededor de las 16.00, con la multitud expectante y la ceremonia litúrgica presidida por el monseñor Edmundo Valenzuela, la imagen estaba lista para recorrer las calles.
Las casas adornadas con globos y cintas de color rosado y celeste aguardaban su paso.
Con las campanadas, el sonido de los motores de los vehículos, los petardos y las vivas a la Virgen, la procesión inició su recorrido. Había sonrisas que se multiplicaban en los rostros de quienes la veían pasar, ya sea desde sus hogares o luego de esperarla en la vereda. Señal inequívoca del júbilo que la devoción a la Madre de Dios despierta en el alma de sus hijos.
La Virgen volvió al Santuario con las primeras estrellas de la noche. Fue recibida por los feligreses que se sintieron felices de haber cumplido otro año con ella.