21 jun. 2025

Los tres nombres del artista

Ana Iris Chaves de Ferreiro, 22 de agosto 1987

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Hace unos días Josefina Plá publicó algunas consideraciones refutando unos datos concernientes al artista Julián de la Herrería, que aparecieron en estas mismas páginas. Dijo ella:

-“Por lo demás, a cualquier persona no del todo analfabeta en materia de arte, le bastaría una ojeada a esos grabados para darse cuenta que ellos jamás fueron hechos por Julián de la Herrería. Y no porque carezcan de valor. Todo lo contrario. Simplemente porque los estilos son totalmente distintos”.

El sagaz crítico Ticio Escobar, en su libro Paraguay: el grabado, año 1983, página 23, comenta que en la época de la Guerra de Chaco la revista Guarania publicó xilografías del artista argentino Vergottini y de Roberto Holdenjara, atribuyendo a este último las iniciales “H.J”.

Me resisto a aceptar que Roberto Holden Jara haya podido apropiarse de las iniciales de su amigo Julián de la Herrería; aprovechando la ausencia del artista y descabezando una rayita de la “J”.

No lo creo a Holden Jara pasible de esta acusación porque el fundador de la Escuela de Bellas Artes sí era un “artista que no necesita esas adiciones”. Y es deshonroso creer que se trata de “una manera ingenua de justificar el uso indebido de iniciales en idéntico enlace”.

Roberto Holden Jara no merece este ultraje a su memoria porque culpado de apropiarse de unas iniciales tan archiconocidas como las utilizadas por Julián de la Herrería y, todavía más, en idéntico enlace, solamente a un mes de su cuarto viaje a Europa conlleva una irreverencia que cuesta asimilar.

LA REVISTA GUARANIA

Dice Josefina Plá: “La atribución de firmas suyas de fechas 1934 y 1935 al pie de grabados ilustrativos en alguna revista local como Guarania es el resultado perfectamente excusable del desconocimiento de ciertas reglas éticas elementales que vedan a cualquier escritor o artista de utilizar firmas o abreviaciones de ellas, que puedan ser causa de confusión o despiste, al coincidir con otras ya existentes, aunque el hecho no presida en absoluto intención dolosa y aunque eventualmente coincidan las iniciales. (-) Basta saber que Julián de la Herrería jamás colaboró en Guarania”. Considero aberrante que se pueda hablar de “resultado perfectamente excusable del desconocimiento de ciertas reglas éticas elementales”, tratándose de un caballero como el artista Holden Jara porque la persona que desconoce “ciertas reglas éticas elementales” es un vulgar plagiario, si es un escritor; y artista es un ladrón.

Guarania, en aquel entonces era una revista dirigida por J. Natalicio González. Allí se dio lugar a colaboraciones, notas, ensayos, poemas, de diferentes prohombres del coloradismo. Se publicaron artículos de Blas Garay, Manuel Domínguez, Juan E. O’Leary, Arsenio López Decoud, Natalicio Talavera, Ignacio A. Pane, Domingo Montanaro, H. Sánchez Quell, Guillermo Enciso Velloso, Víctor Morínigo y Natalicio González.

También se dio lugar a otros: Rodolfo Ritter recuerda a su amigo Fulgencio R. Moreno; Pablo Jiménez y Núñez publica “Ante la tumba del héroe”, discurso pronunciado en nombre del Ejército y la Armada Nacionales, en las exequias del capitán Bernardino Caballero Álvarez, hijo del general Bernardino Caballero. Natalicio González, en “El héroe de la Misión Sagrada”, evoca la figura de Tomás Romero Pereira, “intrépido jefe del Partido Nacional Republicano, quien formara fila entre los combatientes que lucharon por la defensa del Chaco”.

Ante tal enumeración cabe pensar que Julián de la Herrería podría encontrarse a gusto en esta compañía. No creo que él fuera tan tajante al expresar: “De una vez por todas, no colaboré en Guarania”.

Pero es fácil disculparlo por la utilización de este tercer nombre, Julio Hispano, que le serviría para no desairar a sus amigos liberales que podrían echarle en cara, tal vez, su colaboración en una revista colorada.

Recordemos que todas sus becas le fueron concedidas por gobiernos liberales: el primer viaje, en 1908, fue para estudiar pintura; duró hasta 1919; y en 1913 se le concedió una beca de corta duración, apenas dos años. En 1922 lo becaron para estudiar cerámica, beca que fue interrumpida en noviembre de 1924. Y en 1934 le concedieron otra, esta para estudiar escultura. Se trataba de una beca otorgada por el Gobierno español “con fines de perfeccionamiento en cualquier rama del saber”, concedida por intermedio del Ministerio de Instrucción Pública del Paraguay.

A los liberales les había costado mucho derrocar a los colorados en 1904. Apenas 30 años después, no sería un amigo que les debía tantas atenciones, quien se atreviera a molestarlos. Dejó unas pocas ilustraciones “para cumplir”, y acaso pensara seguir mandando otras, pero la Revolución Española se lo impidió. Porque Holden Jara hubiera podido seguir haciendo otros grabados –que en puridad de verdad creo que nunca los realizó– amparado en la plácida impunidad del alejamiento temporal y eterno de su amigo.

Entonces de una vez por todas, Holden Jara no colaboró en Guarania, no porque hubiera viajado al extranjero, sino porque estaba en el Chaco defendiendo a su patria y no necesitaba usurpar el nombre de su amigo para lucirse.

Y es preciso reconocer que no se necesita ser entendida en materia de arte para echar una ojeada a esos grabados de Guarania y ver que trasuntan el estilo de Julián de la Herrería; es decir, de Julio Hispano, como hubiera podido saludarlo su amigo, el poeta Pablo de Maeztú.

Claro que me encanta la novelesca personalidad del artista, a quien conocí y cuyas palabras recuerdo todavía. Pero como decía su sobrino Hérib Campos Cervera, él se dejó de la pintura y del grabado, dedicándose a la cerámica, que es un arte menor, precisamente por no estar contento de su trabajo. Es necesario reconocer el aura de Julián de la Herrería para dejar de lado sus falencias en esos campos.

El viernes aquel, yo no leí la totalidad de la nota porque sabía que me sería demasiado conocido lo consignado en los primeros párrafos, deteniéndome apenas en lo que me concernía directamente. Después de unos días, cuando me lo comentaron, lamenté perder el aviso de la misa a la que hubiera concurrido porque pienso utilizar el ingente material que poseo de él para dedicarle un libro en mayo de 1988, centenario de su nacimiento en el que me será explayarme hasta de lo que “no viene al caso”.

Algunos grabados del artista

Después de ver un grabado como Nymphe endormic, fechado en 1919, resulta difícil admitir como obra de Julián de la Herrería las xilografías La pareja, El crucificado, el desnudo de Fuente de amor; sin embargo, el motivo como el material empleado autorizan a todo artista a buscar una solución diferente en cada caso.

La autoría de Julián de la Herrería en estos cinco grabados, que yo sepa, nadie ha discutido.

Volvamos a la serie de grabados que ilustran las páginas de Guarania, años 1934-35, inicialados H.J. Los retratos de Mr. Long y de Facundo Recalda están resueltos, básicamente, en blanco y negro sin prescindir de una media sombra obtenida con incisiones paralelas, como exigencia del género.

Los grabados de tipos populares como El Mestizo y La Lavandera, finalmente, están resueltos en blanco y negro, sin media sombra, con gran solvencia profesional como reconoce la misma Josefina Plá y, para mí, resultan comparables a Nymphe endormic.

El pavo, que aquí publicamos, es una excelente muestra de la habilidad de J.H. para adecuarse al motivo.

No me siento obligada a demostrar cuando fueron grabados o –en casos– dibujados simplemente por el autor y me limito a presentarlos citando la fecha de su publicación, sin perjudicar a nadie. Pero si Josefina Plá afirma tan rotundamente que los grabados de Guarania no son de Julián de la Herrería, me permito preguntarle si de quién son.

¿Es posible que alguien, en el reducido ambiente artístico asunceno, tuviera la osadía o travesura de utilizar las consagradas iniciales “J.H.”, esta vez como Julio Hispano, sin protesta de nadie?