La Navidad es una de las fechas más entrañables de la festividad cristiana. Aunque su esencia hoy esté distorsionada por el relativismo y el consumismo, su espíritu aún perdura y toca el corazón de los hombres para convertirla en el tiempo de la esperanza y de la reconciliación. Sin embargo, no son estos los sentimientos que mueven a quienes tienen secuestrado al ciudadano Fidel Zavala.
De nada ha servido el clamor de distintos sectores para liberarlo. La continuidad de su ya largo cautiverio revela la perversidad de sus captores. La ausencia de Fidel Zavala no solo afecta a sus familiares y amigos, sino a toda la ciudadanía que anhela una sociedad libre, de todo tipo de ataduras y prejuicios.
Sean cuales fueren los motivos que esgriman los grupos armados para delinquir, el hecho no puede ser tolerado en nombre de ninguna causa. En el caso específico del supuesto Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) no hay razón alguna para justificar su proceder. Sus integrantes son marginales organizados que se unen para cometer ilícitos que ningún Estado de Derecho puede permitir si quiere continuar respetando las instituciones.
La ciudadanía percibe ese delito como una de las amenazas más serias a su estabilidad. Si bien todo tipo de delincuencia socava los cimientos de una nación, la que toma vidas como rehenes constituye la más peligrosa de todas porque multiplica al extremo la inseguridad, genera incertidumbre y produce la sensación de que cualquiera puede ser también blanco de la acción de los que están dispuestos a todo con tal de conseguir sus objetivos.
El rechazo a esta forma de ilegalidad ha sido casi unánime. La mayoría se siente agredida y reacciona a favor de los valores que orientan el destino de un pueblo. Las cintas blancas son no solo expresión de solidaridad, sino también de repudio. El episodio permite que aumente la conciencia de la necesidad de acabar con el flagelo que - de no ser reprimido con efectividad- puede ir en aumento y hacer irrespirable la atmósfera del Paraguay.
El Estado - que detenta constitucionalmente el legítimo uso de la fuerza para salvaguardar el bien común- no debe escatimar esfuerzos ni medios para combatir a los que pueden convertir al país en escenario de episodios que solo pueden agravar más la pobreza de un significativo segmento de la población. Cuanto más rápido actúe en defensa de los intereses generales, mejor.
La permisividad hace que los ilegales se envalentonen y encuentren adeptos que consideran al plagio como un medio válido para forzar el cambio.
En vísperas de esta festividad cristiana instamos a desechar las intolerancias y abogamos por la inmediata libertad de Zavala.