09 ago. 2025

Los poetas paraguayos y su palabra navideña

Celebraciones

En Belén, va cayendo la tarde y apuntan las estrellas con frío de relente.

Va saliendo del pueblo un grupo humilde: un asno, una mujer sobre él, encinta, un hombre.

Él se ha estado cansando de llamar a las puertas de todos los albergues.

Y humildemente van a buscar en las afueras

algún refugio de pastores.

Y el portento se unió a la sencillez: así nomás.

A la pobre mujer le ha llegado la hora y alumbra.

Es María, la Virgen del anuncio, virgen luego,

y ahora Virgen, en el parto sin dolor y en dulce paz.

Y el niño es Dios, la luz del mundo, el más fino diamante

en la ganga de tierra, hasta su hora que lo cubra.

¡Oh, María, ¿qué vamos a decir ni pensar en esta hora?!

Solo quedar muy recogidos, en tierna adoración,

y sin decir nada, pues todo nos asombra.

R.P. César Alonso de las Heras

Noche de finas flechas florecidas,

en que la luna se olvidó muy lejos:

noche filo de noches, larga noche

en que el grito por fin cuajó en estrella.

Noche abriendo en botón de doble aurora

la rosa enredadera de unas venas.

Noche larga de noches, con un nombre

creciendo como flor en la almohada.

Noche de parto, caminar sangriento

a través de una lanza de diamante

hacia el fulgor lustral de una mirada.

Viajero inexorable de sangre

tu propio corazón llega a tus brazos.

... Curarlo puedes al besar su frente.

Porque amor no es tan solo una palabra

hermosa y breve para pronunciar,

con un poco de leche, miel y pan,

y ha devuelto a mi voz una plegaria

que apenas ya sabía balbucear.

(De puerta a puerta Herodes busca un niño

que no hallará jamás.

De un sitio a otro insistirán en la búsqueda

que nunca acabará.)

Si de Belén a Egipto la pelusa

del lomo de un burrito fue su hogar,

¿por qué he de avergonzarme, si este pecho

acaso lo acurruque un poco más?

(¿Ha nacido algún niño en esta casa?,

a nuestra puerta Herodes gritará.

Y habrá más de un Pilatos cuyas manos

teñirían el Jordán.)

Porque amor es no solo una palabra,

en esta Navidad

un niñito acostado en el pesebre

ofreciéndome leche, miel y pan

desde el remoto origen de los tiempos

me sonreirá.

Quiero, pequeña, decirte una canción de estrellas.

Una canción celeste

como los ojos de los niños que sueñan.

Quiero que el claro son de un caramillo

cante esta noche en tus cabellos

con el sonido leve

de aquellos cascabeles que tú y yo conocimos.

Quiero hacerte, pequeña, un poema de música sencilla:

sólo un desvelo silencioso y triste...

la nostalgia de aquellos ensueños imposibles,

y el recordar las nubes de viejas tardes amarillas.

Quiero que creas en la historia de la primera orquídea.

Y en aquel último murmullo de los labios

que se llevaba el agua en sus luces tranquilas.

Quiero, pequeña, cantarte una canción de Nochebuena.

Me pesa el Niño Dios sobre los hombros

como si yo fuera un Cristo

capaz de redimirlo

.........................

Mi Navidad no tiene

la angustia gozosa de los partos.

Un velón encendido hace las veces

de pesebre y de cántico.

El pan frutal, la copa consumida

y mis ojos que miran las estrellas

en brasas del verano

llevan la esencia de un cariño ausente,

de un amor olvidado

y la nostalgia

de un fervor infantil

un tanto relegado en la memoria

cual un villancico imaginario.

.........................

Mi Navidad no tiene

ya pesebre ni cántico.

Y el ángel que me cuida

se ha dormido cansado.

La poesía, por supuesto, también ha sido tocada por el espíritu navideño. Por eso, estos grandes poetas paraguayos supieron cantarla. Además, cuatro escritores nos cuentan sus visiones y recuerdos sobre la fecha.