25 abr. 2024

Los mapas del general Milley

En un mundo de interdependencias complejas, responsabilidades compartidas y desafíos comunes, no deja de llamar la atención la vigencia de las visiones imperiales que asumen como responsabilidad propia de las grandes potencias el control sobre sus “áreas de influencia”.

El general Mark Milley es el mismo alto jefe militar de los Estados Unidos que en noviembre del año pasado se comunicó con el general Li Zuocheng, su contraparte china –a quien había conocido y tratado esporádicamente cinco años antes–, y le garantizó que Estados Unidos no atacaría en caso de que el entonces presidente Trump, en un arrebato de locura, le diera esa orden.

La historia está contada en el libro Peril (Peligro) de Bob Woodward y Robert Costa. Milley confirmó posteriormente esas conversaciones en una audiencia ante al Comité de las Fuerzas Armadas del Senado. “Mi tarea en ese momento –dijo– era desescalar”. “Mi mensaje fue coherente: mantener la calma y la estabilidad. No vamos a atacarlos”, agregó. Y matizó aclarando que en su opinión nunca fue la intención de Trump atacar a China.

La destacada foja de servicios del general Milley es un recorrido por la geopolítica global de los últimos cuarenta años, así que cubre desde el último tramo del mundo bipolar de la Guerra Fría, en los ’80, al “momento unipolar” de hegemonía estadounidense de los 90 y la transición hacia un escenario sin hegemonías, entrando al siglo XXI, con los Estados Unidos replanteando su papel como superpotencia global y observando el ascenso de China como potencia mundial.

Graduado en 1980 con estudios en ciencia política y relaciones internacionales en la Universidad de Princeton, con una tesis titulada Un análisis crítico de la organización de la guerrilla revolucionaria en teoría y práctica, y estudios de posgrado en Columbia y la Escuela de Guerra Naval, Milley participó en la fuerza de paz en Sinaí, en las intervenciones norteamericanas en Panamá y Haití, y en las guerras de los Balcanes, Irak y Afganistán.

Hoy, al frente del Estado Mayor Conjunto, advierte que el desarrollo de un arma supersónica china lleva al mundo a “un momento Sputnik”, en referencia al primer éxito soviético en la carrera espacial durante la Guerra Fría. “Ellos (los chinos) se están expandiendo rápidamente: en el espacio, en el ciberespacio y en los dominios tradicionales de tierra, mar y aire”, dijo. Y remarcó cómo desde finales de los 70 la República Popular China ha pasado de tener un enorme ejército de infantería de base campesina a unas fuerzas armadas “muy capaces y con ambiciones globales”.

El más alto jefe militar norteamericano tiene claro que China se perfila como “el mayor desafío geoestratégico para Estados Unidos” en un escenario que describe así: “Estamos entrando en un mundo tripolar en el que Estados Unidos, Rusia y China, todas son grandes potencias. En mi opinión, estamos entrando en un mundo que será potencialmente más volátil desde el punto de vista estratégico en comparación, por ejemplo, con los últimos 40, 50, 60 o 70 años”, declaró en estos días durante el Foro de Seguridad de Aspen.

El comandante militar del Pentágono también subrayó que será de gran importancia “mantener la paz entre las grandes potencias”. “Estamos entrando en un periodo, en mi opinión, de mayor inestabilidad y riesgo potencial”, sostuvo, explicando que por eso Washington, Moscú y Pekín y todos los demás aliados deben ser “muy cuidadosos” en términos de cómo actúan unos con otros en el futuro.

Respecto a la OTAN, Milley señaló que la alianza atlántica debe mantener el diálogo con Rusia y China. “Creo que en este momento estamos en un periodo de paz entre las grandes potencias. Y queremos que siga siendo así (…) Lo último que necesita el mundo, Estados Unidos y cualquier otro, es una guerra entre las grandes potencias”, opinó. En ese sentido, Milley apuntó que es necesaria “la comunicación mutua con Rusia, China o cualquier otro país”, que podría ser llevada al cabo a través de intermediarios o directamente. “Creo que es un enfoque acertado”, dijo.

“Pienso firmemente que no solo hay que hablar con los aliados, socios y amigos, sino que también hay que hablar con los adversarios y enemigos”, reiteró, al tiempo que aseguró que ya existe “mecanismos de comunicación mutua” entre Washington y la OTAN con Moscú.

Pero Milley dijo en este último tiempo, además, algunas otras cosas que nos atañen más cercanamente a los latinoamericanos. Lo hizo en el acto de asunción de la nueva jefa del Comando Sur –por primera vez una mujer–, la general Laura J. Richardson, que sucede al almirante Craig S. Faller, en la sede de Southcom en Doral, Florida.

Allí afirmó que “este hemisferio (en referencia al continente americano) nos pertenece a nosotros y a nadie más, y todos estamos hombro con hombro en esa causa común para proteger nuestro hemisferio de cualquier amenaza internacional”. Y por si quedara alguna duda mencionó como principales adversarios globales con incidencia en la región a China, Rusia e Irán. No se recuerda una afirmación tan contundente en tiempos recientes sobre cómo se observa desde Washington a América latina.

En un mundo de interdependencias complejas, responsabilidades compartidas y desafíos comunes, no deja de llamar la atención la vigencia de las visiones imperiales que asumen como responsabilidad propia de las grandes potencias el control sobre sus “áreas de influencia”. Lo hizo Rusia, desde Chechenia a Crimea, lo hace China con Taiwán y el sudeste asiático, lo sigue haciendo Estados Unidos con su “patio trasero”. Doctrina Monroe over and over again. Pero el escenario es otro. Otros flujos –comerciales, migratorios, tecnológicos–, intercambios sociales e influencias culturales atraviesan y desdibujan esas fronteras geopolíticas demarcadas por la geografía física y el reparto del poder mundial entre las grandes potencias.

*Esta es una versión modificada del texto publicado originalmente en Clarín, Argentina.

(*) Fabián Bosoer es politólogo y periodista. Editor jefe de la sección Opinión de Clarín. Profesor de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Profesor de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y Flacso-Argentina. Autor de Detrás de Perón (2013) y Braden o Perón. La historia oculta (2011).

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