Es evidente, siendo ateo, la irracionalidad de los argumentos expuestos por el señor Luis Bareiro en su columna bajo el título “No hace falta ser Dios”. No quiero referirme a lo que, casi injuriosamente, escribe sobre Jesús, “verdadero Dios y verdadero hombre”. Dos mil años de historia y realidad se encargan de desmentir sus falaces palabras y sofismas.
Por otra parte, afirmar que “a la luz de la razón humana, aquella que se sustenta en métodos de demostración científica, nadie puede probar la verdad de lo divino”, no es más que un uso reductivo de la razón al identificar lo razonable con lo demostrable.
La capacidad de demostrar es un aspecto de la razonabilidad, pero lo razonable no es la capacidad de demostrar. Demostrar es recorrer todos los pasos del procedimiento que reproduce el ser de alguna cosa pero eso no agota lo razonable. Justamente, los aspectos más interesantes de la realidad no son demostrables.
En verdad, el problema interesante para el hombre no es la lógica ni la demostración; el problema verdaderamente interesante para el hombre es adherirse a la realidad, darse cuenta de la realidad.
Es una exigencia, una obligación de nuestra misma naturaleza. La razón -la capacidad de darse cuenta de las cosas o de los valores, es decir, de toda la realidad que entra en el horizonte humano-, para conocer ciertos valores o tipos de verdad sigue métodos, procedimientos o procesos diferentes (el objeto impone el método) y no únicamente los “físicos o, cuanto menos, matemáticos”, que al parecer son los únicos que tienen validez para el señor Bareiro.
No todo en la realidad es mesurable, tangible, cuantificable. Por ejemplo, existen realidades, valores, cuyo conocimiento no cabe alcanzar por medio de métodos científicos, matemáticos o filosóficos. Son los valores que atañen al comportamiento humano, no en su aspecto mecánico, reconoscible mediante la sociología o la psicología, sino en el aspecto de su significado como en el amor, la amistad, la lealtad, etc.
Evidentemente para el descubrimiento de verdades o certezas concernientes al comportamiento humano hay que usar la razón de manera diferente; en caso contrario su uso deja de ser razonable. Por ejemplo, pretender definir la validez del comportamiento humano mediante un método científico no es un procedimiento adecuado. Igual y paralelo razonamiento se puede colegir cuando se quiere negar la existencia de Dios por cuanto, se dice, no es “demostrable” mediante un método científico.
La verdadera razón humana no es aquella que se sustenta en métodos de demostración científica sino la capacidad de darse cuenta de la realidad, de aceptarla y de afirmarla conforme a la totalidad de sus factores.
Finalmente, cierto es que para hacer cambios no hace falta ser Dios pero si se necesita de Él. Los excesos de los parlamentarios y la escandalosa ruindad moral que se observa en el Ejecutivo es fruto de habernos olvidado y alejado de Dios.
Guillermo Lesmes
PROVOCAR LA REFLEXIÓN
Necesitamos como nunca provocadores de ideas libres y amantes de autenticidad. A pesar del desbordante caudal de reuniones al más alto nivel, de las buenas intenciones que suelen plasmarse en documentos, lo cierto es que luego suele quedarse en nada.
Se avivan los conflictos armados y nadie respeta a nadie. Cuando se pierde la consideración a la propia vida todos los demás derechos se vienen abajo. Por ello, creo que nos hace falta a todos pensar sobre esto para llevar a buen término acciones humanizadoras. El camino pasa por estimular la reflexión. Sin duda, una buena manera de pensar para la acción.
Ahora bien, no se puede desperdiciar ningún laboratorio de ideas que reflexione desde la ética. Todas las ideas son necesarias y precisas. El mundo anda colapsado de dirigentes que han perdido la vergüenza, de personas irrespetuosas con el pasado, con el entorno, con sus semejantes. Ante estos hechos, hay que estimular valores con valía y poner en movimiento a los predicadores de la libertad.
Vivimos en tantas prisiones que hasta las ideas hemos tenido que hipotecarlas. Consecuencia de todo ello es que esta atmósfera putrefacta ahoga cualquier genialidad, el genio sólo puede respirar sintiéndose libre.
El momento actual está lamentablemente enrejado por el mal gusto y el mal gesto. Esto dificulta la provocación en la búsqueda de las ideas.
Falta reflexión humana, pero también reflexión social, reflexión colectiva. La desconfianza en las relaciones humanas debilita acercamientos y comprensiones.
Se han triturado tantas ideas esenciales de respeto y convivencia que nos da igual cultivar belleza que explotar sin conciencia los recursos del planeta en favor de unos pocos. ¿Qué es lo que puede volver a dar entusiasmo y confianza, qué puede animar a provocar pensamientos nuevos en una vida caótica? Sin duda, debemos volver a fomentar lo auténtico para con nosotros mismos, conocernos y reconocernos y hacernos cargo de lo que somos. Tenemos que provocar esa reflexión interior por propia salud personal.
Esa es la gran apuesta para conseguir buenas vibraciones, espíritu armónico frente a una razón fría, inhumana, que genera un montón de conflictos.
Por desgracia, la civilización contemporánea intenta imponer al ser humano una serie de comportamientos de moda, el instinto de la muchedumbre que responde a la voz de su poder, en vez de provocar reflexión, debate para poder discernir. Nos siguen separando más los intereses que las ideas, a través de poderes que cultivan poderes enfermizos. El principal: que el gentío no razone.
Víctor Corcoba Herrero
ANTE LA LEY DEL ABORTO
Los problemas éticos que plantea el aborto y la clonación de embriones, se reducen a aceptar o no que los embriones sean seres humanos; o a tener claro cómo acaece la condición humana del embrión.
Desde un punto de vista científico lo que determina que un ser sea humano, diferente de todos los demás seres, solo puede ser su dotación genética. Y ésta es exactamente la misma desde el primer estadio del embrión hasta que el individuo muere. No hay ningún momento en su desarrollo en que genéticamente pueda decirse que antes era una cosa y a partir de ahora es otra. Luego si aquello acaba siendo un ser humano, es que lo era desde el principio. ¿Y si uno no está del todo convencido? Si uno no puede demostrar científicamente que aquello no es un ser humano, lo ético es actuar como el cazador, que para poder disparar a algo que se mueve detrás de unos matorrales, ha de tener la seguridad absoluta de que aquello no es una persona.
Ante la duda no se puede disparar. La lógica por tanto me dice que no se pueden destruir embriones. Aunque, claro, la lógica parece que importa muy poco a cierta gente.
Federico Gómez Pardo.
Foro Independiente de Opinión